Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Querido Peter Pan

25/06/2022

Querido Peter Pan:
Sé que llevas tiempo esperando esta carta. Podría darte mil explicaciones, poner cien excusas o decirte una mentira piadosa. Pero creo que no hace falta, porque bien puedes imaginar como han sido estos cuatro meses para mí.
Describir lo que te he echado de menos en estos 122 días de crisis es muy difícil. Si tuviera que cuantificar de 0 a 10, te respondería con un 15. No hay día que no te haya recordado, nombrado y sentido, a pesar de la distancia.
La verdad es que te hubieras sentido orgulloso de nosotros: Los enanitos liderados por Blancanieves  organizaron las distribuciones de elementos de primera necesidad en la frontera. Pinocho y Gepeto habilitaron el taller para albergar a las personas que necesitaban pasar la noche a resguardo. Los 3 cerditos hicieron pequeñas construcciones, algunas de paja, otras de madera y la mayoría de buenos ladrillos, para dar cobijo a los que lo necesitaban. El lobo abrió nuevas rutas de evacuación en pleno invierno y con unas condiciones climatológicas que no ayudaban, pero ya sabes su capacidad de adaptarse a cualquier terreno. Caperucita preparó cestas de comida y bebida caliente para las estaciones, y el cazador las repartía según llegaban los autobuses cargados de incertidumbre. Bambi, lleno de empatía al ver a tantas madres con sus cachorros, montó un puesto para dar apoyo a las familias. Y, mi querido Capitán Garfio, a pesar de su edad, se sentó cada día en el puesto de información, que no le exigía grandes esfuerzos, pero si muchas dosis de paciencia. Ya ves, en poco tiempo, todas las personas organizadas para el bien común. ¡Qué orgulloso estarías de nosotros!
Yo salía cada mañana con Mary Popins. Su paraguas, a veces no resistía bien al viento. Pero creo que la peor resistencia la encontrábamos en nuestros ojos, que no querían ver lo que entraba por nuestras retinas. Y cada día más de lo mismo. Y cada día las mismas colas de personas. Y cada día las mismas lágrimas contenidas. Y cada día…
Sobrevolamos territorios desconocidos, busqué el verde en el bosque, el marrón de la ciudad, el azul de los ríos y lagos, el granate del pueblo. Pero de entre toda la gama de colores, solo el gris era predominante en este viaje sin sentido. 
Sonreí mucho, más de lo que realmente mi corazón quería. Pero entendía que con la sonrisa podría amortiguar el dolor que sentía en el alma. Sonreía para decir a las personas que ahí estábamos para lo que pudieran necesitar. Abrazaba con la mirada a aquellos que se cruzaban con la mía. Guiñaba un ojo a los niños abrazados a sus mascotas, protegiéndoles de la huida, sin saber en realidad que eran las mascotas quienes les estaban protegiendo de la soledad. No tenía muchas ganas de sonreír, la verdad. Pero pensaba en ti y sabía que eso es lo que tu hubieras hecho, para intentar poner un poco de alma en donde el corazón no llega.
También canté, no cabe duda. Esta vez una y otra vez la misma canción mal entonada: «Solo le pido a Dios, que lo injusto no me sea indiferente…» y he añadido varias estrofas más con Permiso de Ana Belén y Antonio Flores: Solo le pido a Dios que el olvido no sea nunca una opción. Que no se pase ni una sola mañana sin añadir un día a mi calendario para recordarme que nada ha cambiado desde aquél fatídico 24 de febrero. Solo le pido a Dios que la indiferencia no sea una tónica, ni que nos acostumbremos a esta nueva situación como ya hemos hecho en tantas otras guerras. Solo le pido a Dios que no cesemos en el intento. Que no pare nuestra lucha, que no nos falten fuerzas, que no seamos a los que la historia recordará, por permitir el sufrimiento y la muerte paulatina del sentimiento de humanidad.
Siempre tuya,
Campanilla
 

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