Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


Sin honor

09/01/2021

La grandeza se demuestra cuando se mantienen los principios a pesar de que hacerlo puede truncar una trayectoria, incluso la vida. Estas últimas horas ha perdido el honor un personaje de renombre, nada menos que el presidente de Estados Unidos. El hombre que eligió como eslogan Hacer América Grande, el político que se presenta todavía como el mejor de los gobernantes, el que presume de ser el presidente que ha trabajado más por sus ciudadanos.

Tras el asalto al Congreso, Donald Trump se ha convertido en un juguete roto, un gobernante cuya soberbia le impedía aceptar la derrota electoral y promovió una acción cercana al golpismo. Apenas veinticuatro horas después del asalto, además de juguete roto es un cobarde. Juguete roto, cobarde y sin honor.

Le aguardaba un posible procedimiento de ‘impeachment’, de destitución; una actuación de la Fiscalía que ya había abierto diligencias, y una posible puesta en marcha de incapacitación que estaba en manos del vicepresidente Mike Pence, que en principio se resiste a actuar contra su jefe. El miedo de Trump a que prospere alguna de esas iniciativas es lo que ha sacado a la luz lo peor del presidente americano, que no ha dudado en condenar el asalto al Congreso cuando vio las orejas al lobo, no cuando se lo pidieron otras autoridades, y lo que es peor ha dejado en una situación imposible a sus seguidores que procedieron a entrar violentamente en el Capitolio presionados, exaltados y fanatizados por el discurso que les acababa de lanzar Donald Trump. Discurso en el que les conminaba a que demostraran su indignación por la confirmación de Biden como nuevo presidente, lo que se disponían a hacer congresistas y senadores en el Capitolio.

Trump no solo ha condenado el “atroz ataque” al principal símbolo de la democracia parlamentaria, el Capitolio, sino que ha advertido a sus seguidores que pagarán por el asalto. Palabras que pronunciaba cuando se acababa de conocer el fallecimiento de una quinta víctima mortal, un policía herido gravemente durante los actos vandálicos. Trump, como Pilatos, se ha lavado las manos ante las consecuencias de su irresponsabilidad. Trump, como hacen los cobardes, ha buscado personas a las que echar la culpa de aquello que él impulso.

Trump, que aún tiene el valor de decir que va a trabajar para recuperar la Casa Blanca para los republicanos, abandona la Casa Blanca de forma oprobiosa. Sin apoyos ni siquiera de su partido, porque nadie apoya a quien actúa contra las instituciones, promueve un golpe de Estado y, cuando fracasa, busca la manera de salvar la piel señalando con el dedo acusador a los que había empujado para ejecutar una acción innoble.

Personajes públicos como él son los que deben recibir mayor castigo. Para ellos no cabe indulto ni perdón. Pretendió revertir el orden constitucional a través de personas interpuestas, a las que deja tiradas tras el fracaso de la operación. Una vergüenza para quienes lo eligieron.