Ester Bueno

Las múltiples imágenes

Ester Bueno


Renacimiento

21/05/2022

Cuando mayo asoma por la encrucijada del año, se siente el renacer. En un emocionante vaivén de lluvias y soles sin paciencia, la tierra remueve sus entrañas y encuentra hasta las mínimas raíces con un toque de vida para llevarlas hacia la superficie, con la fuerza de un río de montaña, como cuando una madre tiembla y se deja arrastrar por el imperioso afán de alumbramiento.
Casi no queda hueco para tanta vida, para tanto verdor y tanta flor perecedera, breves pétalos, breve sentir de la brisa aún fresca al caer la tarde. Evidencian hasta las cumbres altas ese bombear de savia nueva, lo piornos estallan y las jaras ya enseñan su pegajosa desnudez. No hay baldíos en mayo, no hay hierbas amarillas vencidas y arrastradas, no hay regatos secados. 
En este centro, de  país-destino, no hay eriales, en mayo por lo menos, y se alegra el sentido de lo vivo en despertar del invierno tan largo, tan amargo a los ojos.
A las seis ya despunta la luz, los pájaros inquietos velan sus nidos que acunan y calientan, verborrean en su lenguaje íntimo, algunos estridentes y otros cautos, revolotean en ese primer soplo de luciérnaga, atentos y expectantes, sabiendo que muy pronto se abrirá la cerrada clausura de sus hijos. En mayo no hay silencio en la mañana de frío aliento gris, no hay hogares vacíos, el aire reverbera de alas, movimiento que ondea, impacientan las palomas torcaces su arrullo indefinible y los verderones agitan la memoria de los miles que son.
La ciudad tampoco queda exenta de las nuevas sonatas de bélica e infundada euforia. Caminantes tempranos bordean el perímetro de edificaciones, despejan entre pasos la meditada carga que ocupa sin excepción a cada uno, pero estos días lo hacen con mayor premura, con cierto optimismo inexplicable y el andar se hace leve viendo que el día será largo y las tardes cálidas, a veces pinteadas por lluvia intermitente que ensalzará de nuevo las hojas tiernas de los tulipanes. No hay tanta tristeza en mayo, las biografías ocultan las tribulaciones y las hazañas cobran fuerza en conversaciones de este inicio de algo, indefinible, latente e intuitivo mundo nuevo.
En esta suerte de renacimiento, impuesto y obligado por las estaciones, somos los figurantes de una obra que fue escrita en los inicios de la humanidad. Sin absolutamente ningún control sobre esta sed de vida que detona. Espectadores versados y adiestrados para cualquier análisis, expertos, preparados para las contingencias, aquí, en este momento, solo podemos mantener la mirada en lo que ocurre, sin ninguna capacidad de reacción. Las flores abren hasta los resquicios de las rocas más fuertes, incluso entre el asfalto, las abejas desesperan en un arrobamiento en los colores de estambres deseados, el agua emerge desde las nevadas y cría renacuajos en su limpidez, los enamorados explosionan palabras miles de veces dichas, los poetas escriben con locos argumentos que tampoco comprenden. Este renacimiento no tiene un nombre definido, solo es un sentimiento que se escapa a la lógica y que solo podría comprenderse desde un grano de polen llevado hasta muy lejos, y que crezca.

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