José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


El mundo de ayer

20/12/2020

Me uno a las felicitaciones de todos los abulenses al Obispo, Alcalde y Presidente de la Diputación que tuvieron esa audiencia tan deseada en Ávila con el Papa Francisco. Ojalá pueda plasmarse en el éxito de una anhelada visita, siempre muy difícil, pero los frutos, como fue la foto que se quedó el Papa para rezar por ella, ya están ahí. Mucho ánimo a sus padres ya castigados con tantas pruebas. Y muchas gracias a quien se le ocurrió meter unas imágenes de tantas devociones abulenses entre algún regalo.  Se que ahí fue particularmente el Cristo de las Batallas, pero también Nuestra Virgen de Sonsoles, y a tantas advocaciones como veneramos en Ávila. Hasta Nuestros Carmelos estuvieron presentes según han contado y esperamos todos los abulenses que no les causen ninguna preocupación, que ellos son los que nos tienen que sostener en estos tiempos que ya estamos viviendo. 
También en este artículo, que es el anterior a todas las Nochebuenas, me gusta mucho desearles una muy Feliz Navidad. Una Navidad en la que desde luego poco de lo exterior será como antes, pero que no podemos permitir que la tristeza por no encontrarnos esa noche a la intemperie compartiendo el fuego de los pastores, cantando villancicos, con el inaudible sonido de las zambombas, nos aleje de donde tiene que estar nuestro corazón. Jesús vuelve a nacer, cumpliendo la promesa milenaria realizada a su pueblo, y sin apartarse una coma de cómo lo iba a hacer. Para escándalo del mundo, el Rey del Universo, lo hace sólo, rechazado, en lo más pobre entre lo pobre, lleno de incertidumbre y alejados de los parientes que se quedan en Nazareth y después sin mucho descanso, porque Herodes prefiere cortar la cabeza de inocentes antes que entregar su ridícula porción de poder, saliendo a la huida. Les da tiempo a tres sabios, a tres magos, a llevarles los presentes con los que debe tirar su vida, oro para servirse, incienso para alabar, y mirra para cuidar. Ligero de equipaje.
    A los que hemos vivido todos estos años que llevan a la abundancia española de los años 90 y 2000 es hora de revisar cómo vivimos estas Navidades en las que el encuentro humano con los otros desaparece con la limitación de personas, pero que hace más auténtico el abrazo que nos debemos. La ausencia de los seres queridos, todavía será más sentida porque tocaremos a más para sentir ese vacío. La alegría y el amor que se comunican, esa es su esencia, estarán confinadas de alguna forma, pero nadie nos impide que con aquellos que nos rodean, nos empleemos a fondo. No permitir que nada ajeno a lo que ocurra dentro de nuestras casas, nuestro último espacio, se vea afectado por todo lo que está ocurriendo afuera de esta morada. En mi propio caso, todavía no se ni cómo lo celebraremos. Aun así, muy Feliz Navidad a todos.
Y sobre el título con el que comienza esta vez más, ya saben muchos de los lectores valientes que llegan al final de los artículos, que me gusta citar a Stephan Zweig y su magnífica autobiografía “El Mundo de ayer” y quiero compartirles que desde hace varios meses, es una frase que he empleado con muchos amigos cuando analizamos este mundo que viene, que ya está aquí. Tengo la sensación de que para mi, de que para muchos de ustedes, ya existe un mundo de ayer, un mundo que pasó y un mundo que no volverá. Es la sensación de que da igual que te subleves, que organices un batallón de bienpensantes y dedicados amantes de la EGB, es la arena que se escapa entre tus manos, y que construye precisamente eso, una playa de arena de todo lo que ya no podemos retener y que nosotros vivimos. Una arena donde hemos dibujado todo tipo de figuras, nombres encerrados en corazones y corazones que miraban al océano. Es un mundo que ya está desapareciendo y así se lo quiero contar, para la próxima empezar por donde lo dejo ahora, en un mundo que lo quieren atiborrar con una dosis muy grande de progreso y que todavía no tiene la boca, el estómago, preparado para tan desproporcionada mezcla de tecnología, ciencia y falta de humanidad, simplemente porque el mundo de ayer ya no está para darnos cobijo como solía, con todas sus manías y aciertos.