Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


La tragedia de España (I)

10/12/2020

La desmedida ambición de dos personas al frente del ejecutivo está convirtiendo España en un territorio enfangado en el que ya han perecido más de 70.000 personas, la economía y sus diversos sectores ni respiran y el ánimo e ilusión social ha desaparecido.
Los últimos cuarenta años han confirmado que se puede convivir sin sobresaltos. Que hay que mejorar y actualizar algunos contenidos constitucionales, sin duda; debemos hacerlo. Pero hay que hacerlo contando con todos los españoles. No se trata de repartir su articulado en función de unos intereses ideológicos, partidistas. Los arribistas no pueden usurpar el derecho de los ciudadanos a decidir cómo y con qué contenido desean suscribir la Carta Magna que les oriente en su camino de convivencia, por más que se arroguen ese papel como representantes de los españoles. El encuentro, análisis, la discusión y el diálogo serán siempre los valores a defender para adaptar la Constitución a los tiempos que corren, con visión amplia, sin recelos, en todo aquello que sí es necesario. Lo que no se puede permitir es que esa actualización se haga porque le interesa a aquellos que quieren cambiar el modelo de sociedad y de protección y amparo de sus ciudadanos.
No se puede denunciar y perseguir todo aquello que refleja todavía –según algunos– el estado totalitario que supuso el gobierno de Franco para convertir, ahora, a España en un nuevo estado totalitario en el que surjan pequeñas taifas nacionalistas radicales y totalitarias envalentonadas por su apoyo a un presidente que solo busca sobrevivir en la torre de marfil que le ha diseñado Redondo para mayor gloria de su ego.
El rediseño de la España de la convivencia ha de contar, inevitablemente, con todos los españoles, por eso no se puede consentir que dos personas pretendan decidir en nombre de todos sin que nadie le haya autorizado tal derribo.
Pero su cinismo es de tal envergadura que, cual trileros, buscan enredar demasiado para dar titulares a los medios nacionales que, rápidamente, se ocupan de lo que ellos quieren que se ocupen.
Vamos a ver. El único que hace un análisis partidista de la Constitución en este momento es el gobierno social-comunista. Lo poco o mucho que reflejan los Presupuestos Generales del Estado tiene que ver con una intención ideológica, fijando posibles caladeros de votos, no pensando en España y buscando soluciones a los graves problemas que tenemos los ciudadanos. Y asaltar el texto constitucional y la normativa institucional vigente sigue los mismos preceptos: ver de qué manera voy cambiando lo que me interesa sin que nadie se dé cuenta de ello.
Pues eso, desangrar España para que las transfusiones no consigan detener las hemorragias internas que viven los españoles a nivel social y económico. Y este problema –enorme problema– como a los que se sientan en las poltronas administrativas no le afecta, pues eso, que siguen a lo suyo en vez de asumir compromisos con sus ciudadanos.
El tiempo pasa y los españoles cada vez estamos más convencidos de cuál es nuestra realidad y nuestras preocupaciones; para nada tienen que ver con lo que padecemos diariamente. En otro lugar me centré en los eslóganes fabricados por la factoría de Redondo; pero también hay otros que diseña el gran predicador y agitador callejero, hoy vicepresidente, como cuando dice que «la republica es, ante todo, juventud, feminismo y futuro» necesaria para «construir una nueva identidad». Insisto, una vez más, en preguntarme ¿quién quiere la república en España? Sus devaneos totalitarios, ansia de poder y control de la sociedad se articulan en un mantra que pretende asuma la sociedad española.
En esa línea se mueven los radicales nacionalistas totalitarios vascos y catalanes; trabajan para «avanzar en derechos, en conquistas sociales y en derechos nacionales». Nos sorprenden con una idea que supone que en los últimos 40 años los españoles hemos vivido sin derechos, sin bienestar social y con limitaciones en todo el territorio nacional. Lo que encierran sus palabras, y no dicen, es que pretenden limitar esas mismas demandas al conjunto de españoles. Y esto, lamentablemente, lo aplauden muchos socialistas de poco pelo, aprendices de juventud y enérgicos ignorantes.
La tragedia de España es disponer de una estructura político-administrativa que desangra su esencia y realidad, su estado de bienestar y oscurece su futuro sobre la base de sostener el partidismo y sectarismo impuesto por quienes representan 600.000 votos en el País Vasco y 1.700.000 en Cataluña, aupados por una coalición presidencialista en su doble vertiente, en contra de todos los españoles. Se confirma la máxima de que cuanto mejor les va a los oportunistas, peor al resto de la sociedad.
En la película ‘Mank’ (2020), de David Fincher, su protagonista dice: «En el socialismo todos comparten la riqueza, en el comunismo todos comparten la pobreza». Queda dicho.