Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Británicos

10/12/2020

Las lecciones aprendidas de la pandemia deberían durarnos largo tiempo e inmunizarnos, por ejemplo, contra la futilidad. Ser mediocres no es bastante. Y muchos países están acreditando sobrados merecimientos para ello. Quizá los de siempre. Y los de siempre dando la nota positiva. Ahora, en la vacunación, el Reino Unido. De la Gran Bretaña.

Algo más que una isla geográficamente hablando. Se han puesto los plazos por montera y, al vacunar a la nonagenaria señora Keenan o al octogenario William Shakespeare, no sólo han acreditado el genio y la figura, sino un empuje que ya les hizo capitanear la victoria en la Guerra Mundial, liderar la música pop, apadrinar la contracultura, reinventar el conservadurismo y, no lo olvidemos, disfrutar de una de las democracias más antiguas de Europa.

Los británicos son distintos. Inventaron el fútbol, administraron sus colonias sin perderlas bruscamente y siguen haciendo equilibrios sobre la tabla de la historia, yéndose del selecto grupo de los 27 europeos de la Unión sin dudar un momento. Incluidas sus severas contracciones internas en Irlanda o Escocia.

Los británicos nos han vuelto a dar una lección. Trataremos por aquí de aprovecharnos de los restos de la batalla del Brexit para ver si nos caen algunos modelos de Sutherland, algo del “turisteo” reinventado que les suceda o de la fabricación que ya no pueda competir arancelariamente.

Pero cuando se vayan nunca deberíamos dejar de imitar su estilo inconfundible, ese modo de autarquía moral con que enfrentan la vida, esa infinita capacidad para pactar al límite, ese sentido propio de lo bueno y de lo malo. Ése ser una isla para lo bueno y para lo malo.