Darío Juárez Calvo

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Darío Juárez Calvo


Torear como le dolía a mi abuelo

23/05/2021

Apenas 48 horas después de que Manuel Perera atravesara las puertas de la enfermería de Vistalegre con la masa intestinal en la mano, el doctor Crespo volvía a trabajar. Y por partida doble. Si fea fue la cornada que cambió la atmósfera de la tarde, cuando el miércoles el 1° de Vegahermosa prendía en el suelo al banderillero Juan José Domínguez del tórax, la de Pablo Aguado entrando a matar al 6° volvería a dejar a Vistalegre ensimismada. Un escalofriante hachazo en la cara interna del muslo derecho que cerraba el mano a mano más cantado del momento.
Quedaban tres por salir, pero no hizo falta más: Pablo Aguado dormía a Madrid con tres verónicas como las que le dolían a mi abuelo cuando se lo veía hacer a Pepe Luis.  A estas alturas, la Giralda debe lucir gamberra y ensortijada, con esa sonrisa socarrona a la espera de ese, su Príncipe, que dejó saciado al Foro con un capotito de entonces, de los que taladrar la memoria; la flor innata de la sevillanía.
Minutos después de las 20,30 del día 19, el Príncipe de Sevilla replicaba a su contrario. Un capotito adormecido por una nana de cuna que salía de la esclavina, flanqueada por dos muñecas inertes; heridas de quejiío y jondura que volaban los vuelos sin la necesidad de la superlenta. Tres fueron las que por el derecho abrieron las costuras del alma. La verónica de Pepe Luis extrapolada en el toreo de Aguado, que al igual que su paisano y maestro, torea como le dolía a mi abuelo. El suceso conmocionó al Palacio, pues no se puede torear más despacio y con ese aire de los antiguos, de los que ya no están pero viven eternamente en la memoria.