Javier Bengoechea

La hucha

Javier Bengoechea


Se nos fue Antonio de La Blanquita

02/06/2021

Se nos ha ido Antonio, todos pensábamos que iba a poder remontar la enfermedad pero al final se ha ido con el Padre, desde el cielo nos ayudará como siempre hizo en vida.
Para el que no conocía a Antonio, regentaba con su mujer Vicen, su hermano Juanjo, su cuñada Celia, Alejo y su hijo Carlos,  el establecimiento de comestibles La Blanquita, pequeña empresa familiar situada en el casco histórico de Ávila próxima a la plaza del Ayuntamiento.
Muchas virtudes tenía Antonio, un buen hombre, una gran persona, honrado, trabajador, servicial, se hacía querer por todas las personas que pasábamos por la tienda, siempre dispuesto para hacer un favor.
Si hay que resaltar una virtud es que era muy trabajador, no existía horario para atender  a su empresa y a sus clientes.
Representaba la segunda generación formada en el trabajo por su padre; la tienda era su verdadera felicidad, ahora ya está en marcha la tercera generación, su hijo Carlos sigue los mismos pasos de su padre.
Con Antonio algo se muere en Centro de Ávila. Recuerdo también el fallecimiento hace poco tiempo del propietario de Confecciones Buenos Aires, del hermano de Paco y Segundo del Bar Rincón, en la ciudad vieja se mueren las personas y los negocios cierran poco a poco.
La pérdida de Antonio, aparte del vacío que deja en la empresa y en su familia, pone de actualidad los problemas de la empresa familiar en competencia con las grandes superficies y el papel que representan las pequeñas empresas en la vida del casco histórico de las ciudades.
El comercio de toda la vida del casco viejo de Ávila, La Blanquita, Bazar Pardo, Confecciones Arco Iris, Coca, entre otros, son los últimos de una batalla perdida con las grandes superficies.
Solamente sobreviven gracias a una especialización de productos, el bacalao, las legumbres y los embutidos en La Blanquita y  la atención a los clientes como amigos pueden contrarrestar  la influencia de las grandes superficies y del nuevo competidor, el comercio on line, por eso cuando una persona como Antonio fallece es una batalla que se pierde.
Entre murallas durante la semana el casco viejo tiene algo de vida hasta la tres de la tarde gracias a los organismos oficiales, el Ayuntamiento, la Diputación, los Juzgados, el bullicio de los colegios, la Plaza de Abastos languidece, solo quedan seis puestos, la reforma emprendida y orientada al turismo por el Ayuntamiento llega tarde y no la sacará de su situación.
La zona centro se ha hecho muy incómoda para los que vivimos en ella y a los que se acercan a comprar, no hay aparcamientos, zonas peatonales cada vez más amplias, si estacionamos un momento  lo normal es que te encuentres con una multa; no quiero hablar de los eventos, procesiones, carreras, el mercado medieval que me parece bien que se celebren pero restringen la movilidad de los residentes y el acceso a garajes por eso el Ayuntamiento debería establecer medidas para facilitar a las familias y al pequeño comercio la vida del día a día y de esta forma se animen a vivir personas jóvenes en el centro histórico.
El sector turístico ha tomado la ciudad, se ha programado para los turistas; hoteles, bares, restaurantes han trasformado el centro de la ciudad. Los fines de semana el casco antiguo es un parque temático donde vemos a las personas que nos visitan pasar al lado de los monumentos sin mayor interés.
Toda Ávila está supeditada al sector turístico, no se vive de otra cosa y hay que apoyarlo, pero tan importante es eso como los vecinos de la zona centro y las pequeñas empresas situadas en el mismo, el centro se van desangrando poco a poco hasta su desaparición.
Gracias a la generación de Antonio, que hoy recordamos, han permitido al pequeño comercio sobrevivir y que la decadencia del centro histórico sea más lenta.