Ricardo Guerra Sancho

Desde mi torre mudéjar

Ricardo Guerra Sancho


El Arévalo del subsuelo

25/11/2020

Se están ejecutando unas obras de saneamiento y pavimentación de la Ronde del Adaja, desde la Calle de Santa Catalina, el antiguo hospital que por allí estaba ubicado, hasta los escarpes de La Isla, tras la Calle de los Descalzos, es la zona conocida como “Cuestas de Foronda”. Ya tenía pavimentado algún tramo, y restaurados los muros de contención, pero ahora va todo el pavimento. Unas obras que ponen al descubierto, o mejor dicho, nos recuerdan que ahí están algunos salientes de antiguos desagües, de esos de bóveda de ladrillo. Pero principalmente el que sale justo al final del callejón de Sato Domingo… del que mi a migo Pablo el arquitecto me ha enviado un par de fotos, y que parece lo están arreglando en ese mismo paquete de obras. 
Yo recuerdo hace años, con menos años a mis espaldas, menos kilos y más ímpetus juveniles, accedí a otra bóveda similar, quizás de los desagües que por el s. XVI se construían en esta antigua villa, bastante avanzada en esto que ahora llamamos infraestructuras, de los que en diferentes puntos tenemos testimonios arqueológicos que nos dan fe de otros muchos testimonios documentales que están recogidos en los libros de Actas del Concejo. Una fuente histórica que, de forma apasionante, según se van descubriendo textos, noticias y acuerdos, nos permite reconstruir nuestra historia, no la de aquellos grandes hechos y gestas de un pasado importante y bastante significativo en acontecimientos de la historia de Castilla y la de esta villa, sino de otras cosas del día a día que conformaron una forma de vivir y estar en aquellos siglos pasados.
De entre esos lugares con vestigios tengo que reseñar dos obras muy significativas de lo dicho. Una es el acueducto medieval, obra de gran importancia como servicio público para aquella sociedad medieval, y por la relevancia de una obra impresionante, algo más de cinco kilómetros de acueducto subterráneo que traía aguas puras de manantial para las fuentes públicas de la villa. Fíjense, en una población rodeada de dos ríos que, aunque no caudalosos, antaño tenían más aguas que ahora, solo había que acarrearlo y subirlo en recipientes a la población. También hubo un «ingenio» en la zona norte, entre el castillo y el puente de Valladolid, que como en otros lugares elevaba las aguas por sistemas mecánicos, seguramente para abrevaderos y regadíos de huertos urbanos. Un casco urbano que en su caserío no había una casa que no tuviera un pozo, eso sí, de aguas duras o calcáreas, válidas para limpieza, ganados y huertos y vergeles, pero poco apreciadas para el consumo humano. Pues bien, el Concejo importante de aquella villa medieval construyó con un gran costo por ser una obra de mucha envergadura, un acueducto para traer a las fuentes aguas puras de manantial.  
La otra obra importante de la que hablo es el desagüe de la fuente del Arrabal, que se construye en el s. XVI en el hueco que era la cava de la muralla sur, el frente de la Plaza del Arrabal, precisamente para conducir las aguas sobrantes de la ‘Fuente de los Leones’ o del Arrabal. Otra gran obra que conducía aquel sobrante de la fuente y del abrevadero hacia el río Arevalillo por el Callejón del Diablo. Mucha documentación nos habla en los libros de esta obra, de su gran costo, de los «maestros de las aguas» contratados para la misma, del acopio de «piedra rajuela» y ladrillos para para su construcción, sus bóvedas, etc. Aún hoy funciona en alguno de sus tramos y ha sido descubierto en varias ocasiones por obras de mantenimiento.
Un mundo sorprendente este del subsuelo de Arévalo, el de las aguas, el de los desagües y también el de conductos y bodegas, o de la vía de agua descubierta en los antiguos Jesuitas… un subsuelo perforado en múltiples puntos que son el testimonio arqueológico de esta antigua villa, de sus momentos de auge en que se podía permitir unas obras de mucho calado y nos hablan de otra historia, que al fin y al cabo es la misma, una gran historia de esta vieja ciudad castellana.