Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Coste oportunidad

20/11/2020

No os vayáis a pensar que ahora me da por la economía. ¡Ni mucho menos! Chica de ciencias, eso sí. Amante de las matemáticas y de los enigmas, de la resolución de problemas en lo cuantitativo y en lo cualitativo, pero la economía nunca fue lo mío. Lo que si es cierto es que durante un largo curso en aquél 2018, con sus complejidades y sus grandes aprendizajes, aprendí varias cosas que me hicieron reflexionar sobre las marcas, el mantra, el punto de partida y el coste de oportunidad.
El momento histórico en el que nos encontramos en el ámbito sanitario, social y económico, nos hace pensar sobre cómo salir de esta situación cuando la crisis que nos sobrevuela no tiene aún fecha de caducidad. Nos alivia la pena pensar, que mal de muchos, consuelo de tontos. Pero la vida nos quiere poner a prueba una y mil veces más.
En aquel curso estudié muchas cosas de lo cotidiano. Aprendí que todo se planifica, aunque las pandemias puedan decir lo contrario. Que la organización es la clave del éxito, aunque yo sigo pensado que ganan la motivación y la actitud con creces. Que la misión y la visión son parte imprescindible de nuestras vidas y que el coste es la alternativa a la que renunciamos cuando tomamos una determinada decisión. 
En estos momentos en los que las decisiones pasan por pensar que haremos en Navidad o si podremos salir alguna vez sin mascarilla a recorrer el mundo, tenemos que analizar que ese coste-oportunidad que perdemos incluye también los beneficios que podríamos haber obtenido de haber escogido la opción alternativa, que no siempre tiene que ser la correcta. 
En nuestra vida tenemos que tomar decisiones a diario. De hecho, la vida es tomar decisiones si quieres sobrevivir a un mundo cambiante y adaptarte a las circunstancias que nos rodean. Cuando suena el despertador yo decido si lo apago con el riesgo a quedarme dormida, si pongo dos alarmas (Just in case) o si tomo la decisión de dormir hasta que el mundo se pare y tenga fuerza para levantarme. Cualquier asunto necesita de una autodeterminación y un pensar qué hacer, qué alternativas tenemos y qué ocurre cuando escogemos un camino u otro. En aquél curso aprendí, que el coste de oportunidad es el beneficio que nos podría reportar la alternativa a la que hemos renunciado por escoger la que nos reporta mayor satisfacción. (Aquí la prueba de que nunca podría haber sido economista porque no he mencionado que nos implique mayor beneficio en términos monetarios).
El valor de la mejor opción no seleccionada, siempre estará rondando en nuestras cabezas cuando nos vayan mal. Quizá la valía de las cosas que no escogimos cuando teníamos libertad, ha cambiado, y nuestras prioridades ahora, son otras bien distintas. 
De lo que decidimos prescindir en un momento social como el actual, implica que la balanza de un ecosistema no muy sostenible se desquebraje. O peor aún, que solo veamos una parte de la luna mientras seguimos en constante movimiento con nuestra rotación y traslación alrededor del Sol.
Nos sobran las palabras, pero no faltan los motivos para seguir echando un vistazo al mapamundi y saber que la vida tiene de otros ingredientes que no podemos dejar atrás. El coste oportunidad de lo que se pierde no es un valor económico en Siria por ejemplo, donde después de 9 años y más de 8 meses, las oportunidades de salir a flote son casi milagrosas.
Lo que perdemos con olor a mediterráneo, con sabor a tierra mojada, sin el tacto de un consuelo, con el sonido de las sirenas y mirando hacia otro lado, es un coste sin valor económico. ¿Pero desde cuando una vida tiene precio? ¿Qué hay más importante que sobrevivir? ¿Qué nos supone mirar y valorar que los costes de muchas decisiones pasadas son el fruto de nuestro presente? 
Los cuentos de hadas ya no existen y desafortunadamente la vida no es un micro relato escrito en x palabras, sino un diccionario complejo, una enciclopedia con muchos fascículos, donde se pueden construir distintos finales según la aventura que elijas. En tus manos está el coste que pagamos al decidir un el camino que deshumaniza la vida y pone la tilde en palabras vanas que no son, ni oportunidad ni una realidad que se construye bajo el paraguas del esfuerzo, el criterio y los valores sociales por encima de todo.