Pilar Iglesias

Pilar y sus cosas

Pilar Iglesias


BBC. Protocolos. Y ¿Libertad?

29/05/2023

Ayer estuve de graduación. Me duele la cabeza. Y estoy en un bus que hace veinte años que no cogía. Parece que últimamente son veinte años de todo. Deben ser ciclos, eras, cortes. Llámalo X. 
Y además de estar de graduaciones, es la época de la BBC: Bodas, bautizos y comuniones. Espero que no te toquen las cuatro en el mismo mes. Porque si no, el armario y el bolsillo, a no ser que tengas un buen fondo intemporal, se van a resentir. Estas ocasiones son felices y de estrés. Ambas. Y no solo por las organizaciones. Sino esencialmente por lo que dejamos colgado el último café: Los protocolos y nuestro sometimiento al mundo de la moda. 
Vaya por delante que gusto de ambas. Sólo que quizá no gusto de los sometimientos, por aquello de ser un espíritu libre. Siempre dentro de un orden. Mi última boda (no mía, mía, sino una a la que asistí) supuso un punto de inflexión. Fui de negro. Ya sabes. Y, según contaban las leyendas, a una ceremonia de enaltecimiento del amor no se debe ir de negro ni de blanco. Investigué e investigué y encontré un artículo en el ¡Hola! que me daba la razón. Feliz. Pero ¿Y si el protocolo no hubiese estado de mi lado? Por qué debo ir según dicen ¿quiénes? En el acto de ayer, pequeño, sin directrices claras, o clarificadas al menos, al final la tendencia fue igual para todas y todos. ¿Por qué? Quizá sea, como me dijo mi jefa de línea de cajas, porque si te pintas le muestras al cliente respeto y se ve que te preocupas por dar una buena imagen. No voy a entrar ahora en las diferencias de trato y exigencias entre sexos. Puede que nunca hablemos de este asunto porque es muy cambiante y hay un problema: no soy hombre. Y aún no he estudiado entre vosotros cómo os sentís con respecto a las apariencias. Pero el hecho de que me pintepeinehagalasuñas y demás asuntos que pueden enmascarar lo que soy se tome como una muestra de respeto hacia el otro y no hacia mí misma es algo ante lo que muestro mi más contundente oposición. Discutible, como todo, querido. Pero cuando asisto a algo un poco «fuera de lo normal» quiero sentirme bien primero conmigo y luego que los que miren vean algo que pueda gustarles. Secundario. Y así mi día a día. Incluso uso la ropa para modificar mi propio estado de ánimo. Antes más que ahora. Ahora estoy en un momento más divertido. Más sutil. Quizá más peligroso. Pero no hay vidas en juego. Tranquila.
Porque la ropa, la apariencia, lo que mostramos y no demostramos sirve para manipular al observante. Para atraer cual flor llamativa a nuestra víctima, y en medio de un baile de máscaras veneciano llevarnos la presa elegida. Hace un par de años analicé en público la película Working Girl, (cuando quieras volvemos a hacerlo). Y esto que contaban en los '80 solo ha ido a peor. Paradojas. Ahora, con tantas cámaras, siempre tenemos la mejor cara, la mejor sonrisa y el mejor estado de ánimo. Cuidado con los outfits, las uñas permanentes (que me cansan porque soy más cambiante que el clima actual) y los eyeliners fuera de ángulo. Veo algunos vídeos de cómo pintarse la cara y creo que ya no va a haber más preguntas sobre para qué sirven las matemáticas. 
Al final va a ser verdad que antes había más libertad.

ARCHIVADO EN: BBC, Primera Comunión