Francisco Javier Sancho Fermín

De bien en mejor

Francisco Javier Sancho Fermín


Una mujer llamada Teresa

10/03/2023

Un 12 de marzo de 1622, hace poco más de cuatro siglos, la Iglesia sancionaba la santidad de vida de cinco grandes figuras que, sin duda, han contribuido de manera muy positiva en la historia de la humanidad. Entre ellos había cuatro varones: Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Isidro Labrador y Felipe Neri. Y una mujer, cuya obra fundacional y escrita ya había comenzado da difundirse y traducirse por gran parte del mundo cristiano de entonces: Teresa de Jesús o Teresa de Ávila como es más conocida fuera de nuestras fronteras.
Ese reconocimiento, llamado habitualmente como canonización, suponía que dichos personajes, no sólo entraban a formar parte del santoral de la iglesia, sino que, además, se subrayaba su obra y su importancia paradigmática para la vida de los creyentes. En el caso de Teresa sabemos que su obra escrita ha ido mucho más allá de los límites de la institución, convirtiéndose en representante significativo de la literatura castellana, y un clásico en el ámbito de la espiritualidad y de la mística universal. 
El año pasado se celebraba en nuestra ciudad esta efeméride con la celebración de un congreso internacional organizado por el CITeS-Universidad de la Mística y la Universidad Pontifica de Comillas. De este modo, la apertura del año santo teresiano adquiría una dimensión académica y universal. Allí se presentaron diversos aspectos de la vida y obra de estos cinco santos, ahondando en el significado que todos estos personajes han tenido en la historia y siguen teniendo hoy en tantos ámbitos humanos y religiosos. Se prestó especial atención a la misión y experiencia de Dios que vivieron, tras la cual emerge su ejemplaridad de vida o santidad. Para quienes no pudieron asistir, tendrán la oportunidad de acercarse a su contenido a través de la publicación de las actas de dicho congreso que ya se están preparando para su publicación. Y este fin de semana, en nuestra ciudad de Ávila, se cerrará este período celebrativo con una serie de actos culturales y religiosos. 
En relación con Teresa de Jesús este acontecimiento reviste un especial significado si la ponemos a dialogar con algunas de las polémicas surgidas en estos días entorno a la celebración del 8 de marzo. Sí Teresa es mujer. Así se reconoce ella así misma, aun en medio de una realidad social que la tenía relegada. Pero supo crecer en su identidad femenina, redescubriendo el valor de su feminidad, a pesar de las mentalidades opresoras. Ciertamente no fue nada fácil para ella afianzarse en su condición de mujer. Pero el mantenerse firme en la reivindicación de su identidad, fue la fuente de su felicidad y de su realización, sin renunciar a ser.
Es evidente que la mentalidad excluyente de entonces no favoreció el que pudiera orientar su obra en otras direcciones. Eso le obligó a forjar espacios de libertad donde otras mujeres que se sumaron a su obra pudiesen vivir en plenitud su feminidad. Un espacio donde poder ser ellas mismas, y sobrevivir inteligentemente frente a tantísimos condicionantes.
Ese espacio descubierto por Teresa, y que es el verdadero espacio de la libertad, tanto para mujeres como para hombres, no es otro que el de la interioridad del ser humano. Allí descubrió Teresa que se forja la verdadera identidad y dignidad de la persona, reconociéndose en su naturaleza y condición; allí emerge el lugar donde uno puede ser auténticamente libre, siendo él mismo, donde -si se lo propone- nada ni nadie puede entrar a condicionarme en lo que soy. 
No dejó Teresa de protestar y lamentarse de la situación externa, cuyo cambio es, también, necesario e imprescindible en el desarrollo armónico y la identidad de la persona. Y, ciertamente, de haber podido,  habría cambiado tantas cosas que condicionaban la vida de la mujer.
Pero, quizás, sí que descubrió dónde está la clave del cambio, la reivindicación y la transformación, poniendo los cimientos que nos pueden ayudar a crecer en la identidad, más allá de las mentalidades, ideologías y condicionantes que tantas veces terminan manipulando la verdad del ser humano. Porque se corre el riesgo de caer en situaciones, ideas y actitudes que más que liberadoras pueden ser esclavizantes y anuladoras de la persona.