Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


La industria de la mentira

10/03/2023

Eso que se suele decir que una mentira o noticia se tapa con otra resulta del todo incongruente, sobre todo si los mentirosos son compulsivos. Hoy ya nadie se cree que lo que nos venden nuestros políticos sea una idea o proyecto riguroso, serio, pensando en el bien común, en el ciudadano de a pie, en el pequeño y mediano empresario que todos los días se levanta para abrir su negocio y recibir a sus empleados, a la gran empresa que lleva décadas consolidando la vida de muchas personas y apostando porque el futuro sea cada vez mejor para todos ellos; y no lo creemos porque la mentira se ha convertido en engaño.
El ciudadano ya está cansado de que la izquierda sea progresista y la derecha conservadora, que los primeros sólo hablen de que el centro-derecha es más ultraderecha y ellos nunca puedan ser izquierda y ultraizquierda. Estos mensajes en el frontispicio de una gestión ya dejan de ser inquietantes para resultar evanescentes.
Los españoles creemos en el bienestar y deseamos que la justicia se reparta con igualdad. También queremos pagar lo que nos corresponde, que nuestros impuestos lleguen a donde tienen que ir, que dispongamos de una administración que gestione adecuadamente nuestras solicitudes, que sea eficiente y facilite rápidamente nuestras demandas (El "pida cita" ya debe desaparecer, lo mismo que atiendan los teléfonos y se puedan rellenar los formularios digitales).
Nos venden ecología y acaban con el campo y la naturaleza; nos venden humanidad y nos comparan con un roedor dando prioridad al animal; nos venden movilidad y nadie puede enchufar su coche eléctrico; nos iluminan la vida con energías renovables y nos suben el precio de la luz, el gas y los combustibles; nos hablan de que invirtamos en solares individuales y nos complican la vida, además de ocultar el negocio de unos pocos; nos hablad de igualdad de la mujer y arruinan la vida de los hombres; nos hablan de la defensa de la infancia y les permiten mantener relaciones con quien deseen; redactan leyes insostenibles imbuidas por el don de la ideología más sectaria; nombran y renombran a dirigentes en empresas públicas aunque su gestión sea una ruina; sostienen una administración imposible de alimentar por el único hecho de mantener la fidelidad para el día de mañana; defienden unos parlamentos que deberían reducirse a la mitad… Y así podíamos seguir hasta el infinito.
La industria de la mentira es la única capaz de sostener la gestión política. Lo último es un ejemplo claro de lo que tenemos. La vicepresidenta Calviño dice que nuestra economía va viento en popa –ve, de nuevo, brotes verdes- cuando no es así. Se queja de que una gran empresa decida desplazar su sede social al extranjero (¿ella que es funcionaria europea no sabe que estamos en Europa?) y la ministra de Hacienda decide «vigilar» cualquier movimiento de las otras. Pero no dicen nada de que la ministra de Igualdad derroche ocho mil euros en una comida para celebrar su feminismo el día 8M, no dicen nada de que nuestro presidente viajero despilfarre lo que no tiene, de que su portavoz congresual, el señor López, diga que líbrese algún medio de señalar a los implicados en el caso "mediador", que las causas de los Eres andaluces se hayan ocultado en la mayoría de los medios de comunicación. Hay que politizarlo todo, porque eso es progreso, y los únicos capaces de generarlo son los progresistas; palabras, palabras, palabras o, lo que es lo mismo, una cortina de humo para convertirse en redentores sociales -la gran mentira de la fábrica socialista- y señalar que lo que proponen otros, el centro-derecha, es negar lo acertado de sus iniciativas.
En fin, la corrupción en la fábrica de mentiras continúa siendo un tema menor, como también lo es el cambio de sexo, la salud mental de la sociedad española, la degradación de las universidades, el caos en los juzgados españoles, la falta de inversión en la sanidad nacional, en los ferrocarriles, la ocupación del Tribunal Constitucional y otras instituciones… Y que a nuestro Gobierno solo se le ocurra subirnos los impuestos para no hacer nada; bueno, sí, para repartirlos entre amigos y ocultar toda la información.

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