Roberto Serna

El líder que hay en ti

Roberto Serna


Anclajes para la felicidad

22/09/2022

A veces, estar enfermos hace que veamos los días en que nos sentimos bien como uno de esos tesoros que no queremos perder más, debido a que en general los días en que nos sentimos con energía y motivados son mucho mayores y sabemos que podremos recuperarlos. Creamos así un anclaje al visualizarnos mejor en el futuro.
Esta clase de visualizaciones hace de nosotros personas más optimistas y considerados con las situaciones con las que lidiemos en la actualidad. Si pase lo que pase voy a recuperarme y estar bien, ¿para qué voy a preocuparme y sufrir más de lo necesario? Anclar significa asentar algo más que una idea, es una convicción en que nuestras premisas se convertirán en realidad. Cuando nos atamos a una idea, buena o mala, por lo general actuamos para hacerlas realidad y darnos la razón en eso que creíamos que iba a pasar.
Un anclaje puede ser una palabra, una frase, un contacto o un objeto. Puede ser algo que vemos con tanta emoción que lo recordamos con la misma intensidad incluso años después, probablemente porque aquello significó un paso decisivo en nuestra vida o marcó un antes y un después. A la larga, si hemos tenido momentos de esos que nos devuelven el aliento en situaciones de estrés, nos resultará mucho más rápido y fácil sentir algo de paz al recordar, oír o tocar el objeto. En las culturas sobretodo religiosas ya no tan antiguas (aún persiste), a esta clase de vinculaciones se las llama «amuletos».
Así pues, ¿cómo se crean estos anclajes y de qué forma los utilizamos para, por ejemplo, hacer el bien en nuestras vidas incluso produciendo resultados positivos en las vidas de los demás? Siempre que nos encontremos en un estado de gran intensidad y lo fijemos a través de una imagen, sonido, olor o tacto, y lo repitamos en nuestra mente como si aún estuviésemos en ese instante sentiremos igual que al estar allí de pie escuchando aquella canción, dando aquel beso o celebrando aquella victoria. El universo de las emociones funciona así, es contagioso y perdura en el tiempo tanto si se percibe como un trato de automotivación como de transformar la actitud de quienes tenemos al lado.
Es un ejemplo el ver a alguien triste durante un día. Nos provoca a la vez algo de tristeza, pero tan pronto estamos en otros menesteres recuperamos rápido nuestro código original de actuar. Relacionarnos durante muchos días seguidos con la tristeza nos puede volver más apagados al experimentar el dolor ajeno al igual que si alguien que está feliz se pega a nosotros durante algunas horas. Este tipo de anclajes son más sutiles pero poderosos porque la intensidad del momento es menor y el cambio es más imperceptible. Cada vez que vemos a una de estas personas nos sentiremos de forma automática como ellos, el anclaje queda fijado y cuesta mucho sacarlos de ahí.
Para hacer esto bien, que nunca nos falte una fantasía sobre cómo deberían ser las cosas, quedémonos con lo mejor de lo que nos haya pasado para recordarlo de la forma más agradable posible, tomémonos un tiempo para reflexionar sobre lo que de verdad significan las cosas. Así, cada vez que nos ocurra algo similar o lo recordemos, tendremos un buen motivo para sonreír y salir siempre lo mejor parados.

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