José Manuel Maíz

La bombonera

José Manuel Maíz


Crueldad y grandeza

17/03/2022

Es en las condiciones más adversas cuando el ser humano se muestra en toda su dimensión, y este infierno bélico que se está viviendo con la invación de Ucrania por parte de Rusia nos está mostrando, por un lado, lo peor que puede dar de sí el ser humano y, por otro, su grandeza.
Difícilmente puede ser amparado bajo ningún argumento mínimamente racional lo que son capaces de hacer los instigadores de ese ataque devastador de Rusia a Ucrania, con Vladimir Putin al frente. Lo realmente preocupante, como se ha demostrado a lo largo de la Historia con otros dictadores de esta calaña, es la capacidad de sumisión del ser humano ante una mente depravada, capaz de matar a sangre fría y atacando a civiles con el objetivo de adueñarse de espacios territoriales. Seguramente podrán conquistar territorios, pero lo que nunca podrán hacer será dominar el alma de unos ucranianos que se sienten libres y que están dispuestos a dejarse la vida por defender lo que justamente consideran que es suyo. Pero, insisto, lo verdaderamente inquietante es como un pueblo como el ruso, ante una flagrante injusticia, que solo puede ser explicada desde la desinformación que someten ciertos pueblos a sus ciudadanos, se debe postrar ante su dictador y su crueldad. Porque un pueblo, por naturaleza, no es genocida, y solo la eliminación de su libertad puede llevar a que no reaccionen ante tamaña atrocidad.
Por otro lado, esta guerra está demostrando también esa grandeza que atesora al ser humano, de entrega a los demás, de ayuda a los más desfavorecidos en situaciones extremas, siendo capaces de dejar todo lo que tienen a su lado, su vida cómoda, para coger un vehículo y lanzarse a la aventura de miles de kilómetros con el objetivo de traer a cientos de miles de ucranianos que están huyendo de sus hogares a un lugar más seguro. 
Esos gestos de solidaridad se multiplican, y deberán seguir manteniéndose durante mucho tiempo, porque esta gente ha dejado todo y con lo puesto han huido en busca de una seguridad que en su tierra natal se la estaban usurpando.
Una guerra nunca es justa, y en ella todos los participantes en la contienda pierden. Ojalá que esos ucranianos que se han visto obligados a coger un fúsil para defenderse del ataque nunca se hubiesen visto obligados a ello, pero es de admirar su valentía, su coraje para defenderse de un monstruo que quiere hacerse con su control.
A día de hoy, cuando ya se han cumplido tres semanas de guerra, es difícil calcular el tiempo que se puede prolongar (aunque se puedan dar esperanzas de que las negociaciones avanzan), y hasta dónde está dispuesta Rusia a llevar este ataque irracional. Los ucranianos están convencidos de que no cederán, pero Rusia, ¿hasta dónde está dispuesta a perder? Es una pregunta que seguramente solo Putin sea capaz de responder, y visto lo visto, en una mente deleznable como la suya, la contestación no estará respaldada por la cordura. Porque si en algún momento hubiese existido, no se habría llegado hasta aquí.