José Alberto Novoa Nieto

Ágora

José Alberto Novoa Nieto


Reconocimiento necesario, siempre

31/10/2022

Ágora era el lugar abierto de reunión de los ciudadanos libres en las ciudades de la Grecia antigua. Una de las funciones de ese espacio era la de ser centro de gobierno, donde discutir las leyes y el futuro de las ciudades. A menudo se hace referencia a aquel lugar como la cuna de la democracia, puesto que fue donde los debates y las discusiones políticas originaron este concepto.

Hoy el debate público no siempre cuenta con los espacios suficientes para la importancia que requieren los asuntos que afectan a la ciudadanía y que son esenciales para la permanencia y consolidación de las democracias, para los asuntos políticos y para la construcción de futuro. Es más habitual el ruido, la apariencia o la mentira, que contribuyen a la desafección política, la simplificación de las cosas y la confusión. Como en su día describió Platón en el mito de la caverna, hoy el tratamiento de muchos asuntos responde más a la imagen falsa que se proyecta, que a la verdadera realidad de las cosas.

Desde este nuevo espacio que me permite Diario de Ávila, quiero contribuir al debate político, aportando una visión propia sobre asuntos que afectan a la vida cotidiana y que son susceptibles de mirar y analizar por encima y más allá de las sombras que se proyectan y que confunden, o distorsionan, la realidad de las cosas, o el debate público.

Aprovecho esta primera columna para hacer un necesario reconocimiento a la sanidad pública. No sólo como institución que forma parte del estado de bienestar, imprescindible para cuidar la salud de las personas, sino, más en concreto, a las mujeres y hombres que hacen posible el sistema sanitario. Y es que, las personas trabajadoras de la sanidad pública, aplaudidas desde los balcones durante el primer momento de la pandemia, tratadas como heroínas frente al virus, han pasado a convertirse en víctimas de una gestión sanitaria que, si ya era deficiente antes del covid19, ahora lo es aún más.

Ni fueron héroes ni son villanos. Son profesionales sanitarios, por vocación, en una de las labores más humanas y menos reconocidas: el cuidado de las personas y el tratamiento de sus enfermedades. Sin embargo, en muchas ocasiones son maltratados laboralmente, no se les respeta, y se les exige demasiado. Quienes hemos sido atendidos para superar alguna enfermedad hemos comprobado el apoyo, el calor y el respeto que transmiten a los pacientes de forma humana y desinteresada. Nada que ver con cómo son tratados, en muchos casos, por las autoridades que gestionan y dotan de recursos al sistema sanitario.

En nuestro caso, la Junta de Castilla y León no ha aprovechado el desastre y la improvisación que supuso la llegada de la pandemia para mejorar la gestión de personal, los recursos sanitarios y económicos, o la aportación de medios suficientes a la sanidad de nuestra comunidad autónoma. Ha optado por un mayor deterioro o, en el mejor de los casos mantener, como ya pasaba antes, al borde del colapso, muchos de los servicios sanitarios.

Cualquiera ha experimentado, en algún momento, como la Atención Primaria ofrece citas con retraso de más de 10 días, como las listas de espera de diagnóstico son insufribles, como las intervenciones quirúrgicas acumulan meses de retraso sin explicaciones, o como la atención adecuada de la salud mental puede retratarse hasta un año.

Pero, si se trata de inaugurar un helipuerto o enseñar al público el búnker donde, en algún momento indeterminado se instale la radioterapia en Ávila, las autoridades corren a hacerse fotos para mantener una imagen de interés por la sanidad, pero totalmente alejada de la realidad. Las sombras de la apariencia ocultando la verdad desde la caverna de la que nos hablaba Platón.

Siempre habrá un Presidente, un Consejero, un Delegado Territorial, o un responsable de Sacyl que repetirá, una y otra vez, que "están haciendo todo lo posible para que la situación cambie". Pero ni reconocerán errores, ni asumirán responsabilidades ante la decadencia del sistema y el deterioro de la calidad asistencial. Mucho menos cuidarán, con mejores condiciones de trabajo y más recursos económicos y materiales, la labor de los profesionales sanitarios de quienes consideran que, por su vocación, deben aguantar con todo.