Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Presupuestos

07/12/2020

Una vez que pasaron la votación del Congreso de los Diputados con mayoría más que suficiente, aunque falte aún el trámite en el Senado, puede decirse que los Presupuestos Generales del Estado están en condiciones de resultar definitivamente aprobados, para poder entrar en vigor con el comienzo del año. Lo que debe considerarse una buena noticia. Se venía funcionando con un presupuesto prorrogado ya varias veces, alargado en su vigencia, y absolutamente inadecuado para la actual coyuntura, teniendo en cuenta las enormes diferencias que van del momento en que fueron aprobados, en 2018, a la situación actual, que plantea, como es bien evidente, necesidades de todo tipo muy distintas a las que entonces concurrían.

Así que debemos congratularnos de ello. Se trata, además, de unos presupuestos notablemente expansivos en el gasto, y con crecimientos muy notables en las partidas más directamente relacionadas con los grandes servicios públicos y con las exigencias que están derivando, y lo harán más en el futuro, de la pandemia y sus efectos.

Pero, dicho eso, convendrá recordar algo tan elemental como importante: ningún presupuesto cumple su función por el mero hecho de estar aprobado; sólo la cumple si, finalmente, resulta ejecutado y cumplido. Porque no deja de haber al respecto algún atisbo de duda en el horizonte, que ojalá se disipe con prontitud. Afecta sobre todo a la previsión de ingresos, sin cuya efectividad no sería sostenible la previsión de gastos; está apoyada en cálculos tributarios un tanto optimistas, que el desenvolvimiento sanitario y económico deberá confirmar, y en recursos procedentes de fondos europeos aún aquejados de alguna incertidumbre, que es de esperar se disipe en algún momento.

Y luego está el otro asunto, el de las condiciones en que los presupuestos han sido aprobados: en un Parlamento fragmentado y disperso, donde la captación de voluntades para alcanzar la mayoría necesaria lleva consigo compromisos cuyos beneficiarios se encargan de exhibir en beneficio de su respectiva causa. Algún alarde ya exteriorizado llama la atención, aludiendo a contrapartidas nada presupuestarias, sino de otra naturaleza. ¡Ojalá sólo sean alardes¡