Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


Efeméride luminosa

21/10/2020

Me he despertado, y el sol entraba por la ventana sin pedirme permiso; toda la habitación se inundaba de luz, y veía allí mis pantalones sobre una silla, no sé si dejados o tirados, y sobre la mesilla de noche el despertador, al que di un manotazo para que se callara. Primero un pie, luego el otro, y como un zombi me dirigí al cuarto de aseo, para terminar de despertarme con un chorro de agua mas bien fría. Doy al interruptor que está en el pasillo, y la luz no se enciende, tic.tac, tic.tac, y nada, que no se enciende; pregunto a mi mujer que me dice: a ver si se ha fundido la bombilla; y efectivamente el filamento de la bombilla estaba roto, pero las prisas eran tantas que hice pis no sé dónde, seguramente en el sitio adecuado por el ruido acuático que oí; volví al dormitorio pletórico de luz, y comparé con el cuarto de aseo, que no tiene ventana, oscuro como boca de lobo. Eché una ojeada a la agenda que me habían regalado por mi cumpleaños, donde anoto mis buenas intenciones para hacer, una agenda mas que preciosa, curiosa, por los datos que aporta de algún suceso que pasó en ese día, según capricho del editor de la agenda, pues todos los días pasan cosas, y me encuentro con lo siguiente: 21 de octubre de 1879, Thomas Alva Edison inventa la primera lámpara eléctrica. ¡mira que casualidad! La agenda parece ser que estaba conectada con mi cuarto de aseo, bombilla por bombilla. Como estoy en el paro, pero no parado, me visto y desayuno mi cafetito con unas tostadas de pan del día anterior, pues no se puede desperdiciar nada, y para ejemplo mi mujer, que hace unas croquetas con sobras de comida, aunque aquí no sobra nada, que están de chuparse los dedos, pues estas deben cogerse con los dátiles de la mano, y después, según donde y con quien estés, te limpias o te chupas. La curiosidad por aquella coincidencia, me había picado el interés, el saber algo mas sobre esa primera lámpara eléctrica, y busco en mi estantería, solo tengo una, del salón-comedor-estar, el diccionario enciclopédico Larousse de varios tomos, que es una de mis joyas, a la que acudo con frecuencia cuando quiero saber algo. A Edison le retrata como el prototipo ideal del sueño americano, pues nace pobremente, apenas va a la escuela, pero es muy inteligente, y trabaja en un montón de oficios sin caérsele los anillos, pero es un emprendedor, así se dice ahora, y desde muy joven empieza a hacer artilugios que le dan fortuna y fama, y sobre todo la posibilidad de inventar en sus talleres, y después patentarlos, ahí estaba el negocio, sacando casi 1200 patentes, y entre ellas la bombilla eléctrica, después de muchos intentos con los filamentos; y recuerdo la película sobre este personaje, en blanco y negro, donde utilizó para tal fin, hasta un pelo de la barba de uno de sus colaboradores. Cambio la bombilla por otra parecida (para no cogerme en ignorancia, aviso que en la época de este relato, aun no se conocían las bombillas Led), y ¡hágase la luz! Ya puedo lavarme, ducharme, mirarme al espejo, afeitarme, peinarme, vestirme y acicalarme, ¡qué bueno es esto de ver lo que haces, donde antes no había luz! ¡menudo invento el de la bombilla! Tan grande, tan grande que, algunos entendidos lo ponen en segundo lugar, de las proezas que hizo avanzar al ser humano, después de la rueda. Salgo a la calle, mas orgulloso que un Adonis, pues iba a hacer una entrevista de trabajo, y el buen parecer es fundamental, según mi asesor sindical. Y saludo al sol mañanero, que este sí que da luz y calor, y además, gratis; bueno, como soy un mal pensado, hasta que a algún político progre se le ocurra cobrar un impuesto según metros cuadrados de las ventanas de cada casa, a mas ventanas se supone ser mas rico, entra mas sol y debe pagar mas. Sin el sol no habría vida, no habría luz natural que necesitan los seres vivos, y calor. No veríamos los colores, en las criaturas que llenan la tierra, ni el azul del cielo, esa riqueza cromática que apenas apreciamos, porque lo vemos tan natural, que no lo valoramos; eso sí, los colores virtuales nos encantan, en la tele y en el cine, y sobre todo, en cuadros, en imágenes, que nos dejan lelos ante tanta belleza, que proviene de la luz captada y reflejada, y que el ojo del artista ve y sus manos trasmiten. Pero ahí están, consecuencia de la luz, la luz que sabios han estudiado, medido e intentado imitar. Tan importante es la luz que, hasta las distancias en el universo se miden en años-luz. Pensando en vulgar, qué haríamos sin sol en la playa ¡no podríamos ponernos color bronce, ni estar tumbados cual lagartos! (no digo lagartas por si alguna feminista se enfada). Estoy contento, luminoso, los árboles tienen hojas verdes, los pájaros trinan y los niños corren inocentemente. Solo espero que la entrevista salga bien.