Que yo sepa, la Transición política más reciente –y única– que se ha vivido en España tuvo por eje principal el paso de un gobierno dictatorial a otro(s) democrático(s). Y con la decisión adoptada por la mayoría de los españoles hemos vivido más de cuatro décadas en paz y tranquilidad, avanzando como país y convirtiéndonos en una de las potencias mundiales.
Que se cometieron errores, es evidente; que no supimos controlar nuestra alegría, también. Pero lo que sí está claro es que el progreso social y económico ha sido un hecho, a pesar de la corrupción generalizada existente en todo el espectro político.
En esta larga etapa, el diálogo existió en todos los frentes, como también se produjeron posturas encontradas que fueron señalando las lagunas sobre la existencia de un Estado autonómico y sus problemas subyacentes.
Ahora, un recién llegado al que han convertido en vicepresidente, tiene la desvergüenza de decir que «España se encuentra en un proceso de transición política que se viene produciendo desde hace cinco o seis años». ¿Cómo? Se entiende que España, gracias a la existencia de su partido –más casta que los demás–, debe revisar su pasado inmediato para adecuarlo a los intereses, los suyos, sobre los que quiere (re)construir la sociedad en la que ha crecido y sobre la que otros muchos españoles tenemos mucho más que decir que él.
Construir una sociedad sostenida ideológicamente (desde la izquierda) implica, en sus palabras, abandonar el diálogo (solo hablar con quien esté de acuerdo con los principios que defienden), imponer unas normas sectarias (a partir de una superioridad moral que la Historia ya ha dejado constancia de lo que conlleva) y convenir qué es lo mejor para el ciudadano; es decir, sustituir democracia por totalitarismo.
Cuando escuchamos decir que hay que «redefinir el modelo productivo», «afrontar la plurinacionalidad, como un tema pendiente en los dos últimos siglos» estamos comprobando que solo los radicales, los nacionalistas y los independentistas (que representan a una minoría de españoles en su conjunto) son los que deben «redefinir» el modelo de Estado; en otras palabras: los que deben gobernar sobre todos los españoles que han apostado por otro modelo de convivencia. Este sería un gobierno «serio y coherente», el único que debe regir los destinos de todos los españoles.
El cinismo con el que adorna su verborrea (de ultraizquierda o extrema izquierda) no oculta lo realmente importante: la ensoñación de verse gobernando una República orwelliana: policial, corrupta, sectaria, en la que la clase dirigente marcará las directrices de vida de los ciudadanos sumisos; eso sí, con su máximo líder como presidente. La izquierda moderada que ha gobernado España debe (re)surgir de nuevo; esa es la esperanza de muchos españoles.
El camino a seguir está claro y es evidente en los tiempos que corren dentro del gobierno social-comunista: Crear un estado policial (el poder en manos del gobierno: Fiscalía, jueces, medios de comunicación, etc.), disparar la deuda sin límites (porque el Estado -sus gestores- debe gastar sin límites aunque tal despilfarro genere pobreza, porque esta, consecuentemente, habilita la dependencia del ciudadano), impulsar una sanidad pública única (porque así todo será igual para todos los individuos aunque se multiplique el derroche; y con ellos de privilegiados), controlar la educación (impulsar, desde el pensamiento único, una Formación del Espíritu Democrático y bajar el nivel cultural), generar una falsa sociedad del bienestar en donde todo dependa del Estado, acabar con los referentes religiosos (oprimir al cristiano y creyente), debilitar la propiedad privada a base de demagogia y fortalecer el enfrentamiento de clases centrado entre ricos y pobres (pero dejando a un lado que los políticos son los ricos y los demás los que no tienen donde caerse muertos); eso sí, sin olvidar a Franco como cortina de humo recurrente. Mientras, España se desangra.
Es decir, que están sembrando la semilla que irá creciendo durante los próximos diez o quince años. Como comentamos en otro lugar, destrozando España se podrá alcanzar su “Nueva España”; que traducido sería: construir una Confederación de Repúblicas Ibéricas. Mientras, España en recesión y cayendo por el precipicio.