José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


El día del PP

19/03/2021

Si, atraídos por el título, han llegado esta columna ansiando la convulsa actualidad política, he de confesarles que poco de eso hallarán. Los españoles —los castellanos en particular— somos muy dados a las celebraciones derrotistas. La Diada catalana y el bombardeo de Barcelona; el quingentésimo Villalar y sus cortadas cabezas; Johannesburgo y el derechazo de Iniesta, comienzo del imparable declive de la Roja a pesar de la Eurocopa dos años más tarde. Puede que sea nuestro fatalismo, la conciencia de lo efímero de los oropeles y lo persistente de los fracasos. Pero la gota de hoy colma el vaso, lo siento.
El Día del Padre lo crea Sonora Smart Dodd en Estados Unidos, a principios del siglo XX, para honrar la memoria del suyo, veterano viudo de la Guerra Civil que crio seis hijos. Se celebra en junio en más de cien países —variando de fin de semana— frente a la escasa docena que optamos por el día de San José. Y con el inri en España de ser fiesta «robada» por Galerías Preciados y El Corte Inglés a su valedora local, una humilde maestra de escuela, para ser trocada desde los años cincuenta en otra jornada más de consumo desaforado sin relación con la paternidad y sus problemas, que también existen.
Por delante mi devoción al esposo de María. ¿Cómo no va a ser, si es uno de mis dos nombres? Dilecto para nuestra Santa —no en vano le dedicó su primera fundación— y patrón de los carpinteros, por mucho que primigenios evangelios solo le citen como artesano. Un autónomo, en todo caso, merecedor de todo apoyo y admiración; los impagos de las administraciones, la cuota y el IVA trimestral eran problemas en el Nazaret de entonces como lo son ahora. Pero, ¿celebrar en su festividad el Día del Padre? ¿En serio? Un padre circunstancial. Lamento si a estas alturas de la película destripo algo, pero seguro que casi todos saben ya lo de la paloma y el Espíritu Santo. Ni siquiera hablamos de adopción, sino de lo que piadosamente se dio luego en llamar «Pater Putativus», quizás de moda en el imperio romano de antaño y con cuyo hipocorístico me permito engañarles en titular. No sé yo si no había otras opciones sobre la mesa. Todos mis respetos a los josefólogos, pero le sigo viendo como un extra metido a última hora en el guion para cuadrarlo, al que encima no le escribieron ni siquiera una mísera escena final. Desaparece, sin más. Me imagino a los evangelistas reunidos antes de pasar el texto definitivo al Altísimo:
—No sé, Mateo, a mí esto del ángel del Señor y la Anunciación me suena como de Expediente X. Necesitamos algo de realismo, es lo que vende.
—Es posible, Lucas. Además, la escena del portal queda algo coja, falta de cuota de género. Cubrimos el sector monárquico con los reyes, el sindicalismo agrario con los pastores, la mula y el buey para el PACMA, pero…
—¿Y si metemos un personaje masculino? Un carpintero, por ejemplo.
—¡Bingo! Sereno, barbudo, con un cayado, tirando de la mula en la huida a Egipto… Y si no da juego, lo quitamos en la segunda temporada.
No me haré popular —por muy Pepe que sea— con estas líneas, pero puestos a celebrar un Día del Padre hispano e incontestable, lanzo la idea: ¿por qué no el 23 de septiembre, cumpleaños de Julio Iglesias?