Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Cui prodest?

21/10/2020

Como si de una noche electoral se tratara -o más recientemente la sentencia del Tribunal Supremo sobre la trama Gürtel- todos los partidos políticos saldrán de la votación de la moción de censura presentada por Vox contra el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, con la sensación de que han ganado el debate aunque lo hayan perdido incluso a la hora del recuento de los votos bien porque hayan salido menos magullados de lo que se esperaba, bien porque hayan demostrado que son líderes en los que al menos los de su partido pueden confiar.

El presidente de VOX, Santiago Abascal, sale con todas las de ganar a pesar de que la moción de censura fracasará de modo estrepitoso. Por supuesto, es el que más fácil lo tiene porque las armas del populismo de ultraderecha son tan simples como efectivas cuando apelan resolver problemas complejos a base de testosterona, mano dura y un convencimiento limitado sobre la eficacia de los procedimientos democráticos y el respeto a las instituciones constitucionales de las que alaban solo las que consideran que sirven a sus intereses. Tras desplegar toda la artillería pesada de los reproches hacia el Gobierno, Abascal tendrá que exponer su programa de gobierno y demostrar que sería capaz de gobernar porque no solo de banderas y patriotismo primario vive la ciudadanía. Si Abascal aprovecha la circunstancia, y las encuestas posteriores refrendan su iniciativa, en su triunfo llevará la penitencia, pues cuanto más apoyo consigue más mengua el del Partido Popular y la división en la derecha, como ha advertido Aznar, deja el camino expedito a que los partidos progresistas sigan siendo mayoritarios en el Congreso. Abascal tiene también, como en su día la tuvo Albert Rivera, la pulsión del sorpasso al PP, muy difícil de lograr, pero no por ello va a dejar de intentarlo.

La moción de censura de Vox es también la moción de censura de Pablo Casado convertido en el queso del sandwich, porque a él irán dirigidos los venablos de Sánchez y Abascal, y sea cual sea el sentido de su voto le caerán chaparrones de críticas por no oponerse con claridad a los mensajes de Vox, o por ser condescendiente mediante la abstención. El presidente del PP se examina tanto como Abascal y la moción de censura puede ser la clave de su afianzamiento definitivo dentro del partido o el inicio del fin al frente de su organización, porque desde el primer momento se vio que a quien más perjudicaba la iniciativa parlamentaria de Abascal era al PP, que sustenta todo su poder autonómico y municipal en Vox, sin importarle que en el resto de Europa los partidos conservadores aíslan a la ultraderecha.

Al jefe del Ejecutivo le tocará interpretar un papel de contención y de moderación. Abascal y Casado pondrán a Pedro Sánchez ante el espejo y no le gustará la imagen que le devuelve, pero la actitud de la derecha a lo largo de la pandemia ha sido tan obstruccionista, y no solo en el campo sanitario, que puede restañar las heridas que sufra mediante la acción de gobierno y más si logra sacar adelante los Presupuestos y otros acuerdos de carácter general.

Pablo Iglesias no ha querido ser el convidado de piedra en esta función y se ha adjudicado el papel de zapador frente al otro populismo para, de paso, levantar el decaído ánimo electoral de sus huestes.

Todos creen que les beneficiará la moción de censura, aunque o a lo peor perdemos todos.