Roberto Serna

El líder que hay en ti

Roberto Serna


La mano que mece la vida

26/09/2020

«De nada sirve ayudar a las personas que no quieren ayudarse a sí mismas. Uno no puede darle una escalera a alguien que no quiere escalar». Andrew Carnegie

Las personas no mejoran su potencial si no es a través de un gran esfuerzo, y con independencia del obstáculo que se pretenda superar, si no existe voluntad de muy poco o nada servirá nuestra ayuda.
Es un hecho, existen personas que no quieren salir del hoyo en el que se encuentran. En estos casos, podemos sufrir nosotros mismos más que la propia víctima. ¿Por qué? Por una sencilla razón, nuestra implicación en su problema con seguridad es significativamente mayor, y caemos al suelo con todo el peso.
La responsabilidad de liberarse del peso de un problema pasa por dos fases. La primera que se cuente con una sana autoestima en el momento de empezar a pelear. Si la persona  no se valora a sí misma tampoco le importará verse machacada por la vida. La segunda es cuestión de compromiso, de sentir la obligación de salir adelante aunque no se encuentre a la vista ninguna salida. Y aquí vuelve a coger fuerza el primer factor, porque si alguien se valora lo suficiente actuará con valor cuando sepa lo que debe hacer y con fe cuanto todo parezca perdido. Únicamente nuestra ayuda sirve si la persona se encuentra en este grupo. Lo repetiré de nuevo, resulta imposible ayudar, alentar o empujar hacia delante a quien ha decidido no moverse de donde está.
Un problema no menos trillado hace referencia a las enfermedades empáticas. La empatía emocional es buena si provoca acompañamiento en la mejora, pero se convierte en enfermedad cuando de empatía se pasa a contagio. Ver caer a un hermano, una madre o pareja puede provocar un sufrimiento mayor que el suyo propio, pero si una buena valoración de la persona es importante en el proceso de reparación, también lo será la nuestra en el proceso de acompañamiento. Es por esto que muchos albergan buena voluntad al escuchar a quienes piden ayuda, sin embargo, desconocen cuándo es mejor escuchar y cuándo hacer reaccionar. Escuchar a quien es víctima de un accidente, de una ruptura o de una depresión es ya una enorme demostración de interés, tanto como lo es ayudar a dejar de considerarse víctima para coger de nuevo las riendas de la vida. ¿De qué nos sirve proponernos como solución si acabamos formando parte del problema?
Ahora bien, ¿qué hace que alguien deje de considerarse víctima y decida dar pasos adelante? Lo acabamos de ver, una decisión. Una decisión lo cambia todo, desde empezar a creer que ya nada volverá a ser igual hasta visualizar un nuevo futuro en el que se es dueño de los acontecimientos. La decisión de que se saldrá adelante junto con nuestra mano tendida genera el impulso que tanto estábamos buscando. Es ahí donde nosotros entramos para marcar la diferencia. Recordemos que para quienes se hallen en lo más bajo a lo que hayan podido caer en sus vidas puede que la paz, el control y la dirección de las personas de su alrededor se les antoje como un camino que ya no les pertenece. Si aún ven ese camino como posible, hay esperanza para ellos y para nosotros, que hemos pasado de ser seres fuera de su círculo de hundimiento a ser la luz de su oscuridad.
Lamento no poder extender más este tema, que lo merece, y dar herramientas a quienes buscan un cambio necesario para ellos mismos o para los demás. Procuraré hacerlo en nuevos artículos.