Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


¿Violencia?

30/12/2022

Llevamos unos meses muy preocupados porque el desgobierno que rige los destinos de España lanza al viento su preocupación por el incremento de violencia que se desgrana en el hemiciclo legislativo, en la calle y en los medios.
Si analizamos la situación y los acontecimientos emanados de su gestión a lo largo de estos últimos años encontramos que el ejercicio de la violencia –física, emocional, verbal, textual– llegó y se implantó en nuestra sociedad gracias a la práctica agitadora y violenta de quienes aprovecharon los movimientos sociales del 15M para amedrentar a la clase política existente e invadir su territorio.
De sus actuaciones fuera y dentro del legislativo hay suficiente hemeroteca para comprobar que la agitación y los malos modales llegaron por la vía de una supuesta renovación moral de España que, según ellos, iba a la deriva. Estos agitadores se han convertido en un peligro social y todas sus políticas confirman tal aseveración. Claro que los culpables son siempre los demás. Ellos han implantado un nuevo código moral sostenido en la mediocridad y la arrogancia que, con la ayuda de otros mediocres que estaban a su lado y sus mutuos intereses, impulsó el inicio y consagración del declive de la sociedad española.
Basta con ver el estilo y la imagen que se ha consolidado en los parlamentos españoles. Una vergüenza para todos los ciudadanos que pasan ya de la puesta en escena que un día tras otros nos proyectan.
Esa violencia política ha degenerado en un conjunto de leyes propio de sátrapas que han permitido que la sociedad española viva atemorizada por la falta de libertad, el avasallamiento de sus propiedades, la violencia callejera de ciudades que en otro tiempo fueron tranquilas, por la agitación callejera que se fomenta continuamente desde el ámbito político.
Violencia que se transmite por medios de comunicación que han olvidado la clase de ética periodística que, se supone, algún día tuvieron que aprender. Verdad, objetividad y exactitud ya han desaparecido de su trabajo. Violencia que se transmite por muchos de los colaboradores de programas de televisión y radio y artículos generales de prensa papel y online.
La división aparente de la izquierda se supedita al permanente mensaje violento por parte de los que gobiernan. Ellos son la avanzadilla de un ejército moral que busca cambiar la naturaleza de las cosas porque así lo han decidido cuatro personas incultas, ignorantes, que se aprovechan de su cargo político para implantar un modelo maniqueo impulsado desde Europa con la nefasta Agenda 2030.
Y todo ello a partir de un relato modélico que insiste en que esto es así porque yo lo digo y si no estás de acuerdo te señalaré por ir contra mis ideas. La inexperiencia resulta siempre esquiva con todos aquellos profesionales que han demostrado saber qué es lo que se debe hacer en cada caso y que nunca se cuenta con ellos. El programa de la izquierda son los hechos consumados. Su proyecto: violentar con acciones, discursos y legislación contraria a la naturaleza de las cosas.
Y como no saben hacer otra cosa que buscar chivos expiatorios, una ministra infame señala a quienes discrepan con un nuevo exabrupto que alcanzó el rango de titular mediático; es decir, todo lo que no respalda mis decisiones es «violencia política». Ah, pero ya se saben quién es el culpable: es "una estrategia de la derecha y la extrema derecha para tratar de destruir la vida y de condicionar con eso los avances democráticos. ¿Realmente desde que gobierna el modelo frankenstein en España hemos avanzado en democracia?
Los miembros de Podemos han demostrado desde su existencia que no solo saben «politizar el dolor», generar tensión, señalar a los jueces que cumplen con su trabajo, aplaudir los escraches –«jarabe democrático»– o impulsar la desobediencia en las calles y las instituciones, sino, también, disfrutar de la bondad capitalista; algarabía sin fin para ocultar sus intereses.
Lo más relevante es que empezando por el primer ministro y siguiendo con los portavoces políticos desde la tribuna parlamentaria se genera crispación y violencia que se plasma en otros ámbitos de la vida social española. ¡Gracias, Zapatero!