Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


Movimiento estático

16/10/2020

Vamos avanzando. El 17 de junio, golpeados por la pandemia y sabedores ya de que el futuro se presentaba incierto y con seguridad difícil, los partidos políticos con representación parlamentaria en Castilla y León suscribieron un documento bajo el pomposo título de Pacto para la Recuperación Económica, el Empleo y la Cohesión Social. El 20 de septiembre, después de su debate con los agentes sociales y económicos de la comunidad, el Plan es llevado a las Cortes para ser ratificado por los mismos firmantes, aunque ahora ya con la coreografía que escenifican los procuradores. Esta semana, la Junta de Castilla y León ha remitido el plan al Gobierno de España para que sea tenido en cuenta ante las autoridades de la Unión Europea en el reparto de los fondos liberados de forma extraordinaria para paliar el daño que provoca el Covid19. El tiempo es inexorable, avanza y causa la falsa impresión de que algo se mueve.

El proyecto contempla 71 medidas de actuación y ha sido anunciado con la ambigüedad y amplitud propias de este tipo de iniciativas. Nada podría ser rechazado en el futuro si cumple el objetivo supremo de la recuperación, transformación y resiliencia de la economía y la atención social y sanitaria puestas a prueba por la pandemia. El gran hallazgo semántico de este nuevo tiempo es resiliencia. Ya se sabe que lo fundamental en política es la palabra, desgraciadamente la gestión queda en un segundo plano por el ruido que provoca la escaramuza partidista. Así que había que encontrar esa palabra a modo de tótem, que muchos nunca habíamos oído, y que viene a significar algo así como la capacidad del ser humano para adaptarse a la adversidad.

Paralelamente al Plan resilente, en las provincias se montan mesas institucionales, con la participación de subalternos de las mismas organizaciones regionales o estatales, (ya se sabe, el espacio que tu invades no lo ocupa el contrario) pertrechados por una caterva de escribas y actuarios. El riesgo es que el esfuerzo, incluso la buena voluntad que nadie niega de una parte de los participantes, sea engullido por la burocracia, el cáncer de la modernidad donde germina y se desarrolla la ineficacia.