Editorial

El Gobierno aún no tiene borrador y ya le condicionan los presupuestos

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El Gobierno ha avanzado que está ultimando un borrador de los presupuestos generales que ha encendido las alarmas en casa de sus socios. Lo ortodoxo sería que fuera la oposición la que se pusiera en guardia, pero a Pedro Sánchez le sucede que tiene que manejar una tormenta en casa y dos en el Parlamento. Primero fue ERC. Los secesionistas catalanes advirtieron al PSOE que venderán muy caro su apoyo al documento. Nada nuevo, por otro lado. Ahora es Unidas Podemos quien presiona, y lo hace por el flanco fiscal.

Existe un concierto internacional mayoritario para evitar que las grandes corporaciones paguen impuestos ridículos, algo contra lo que no solo lucha España, también el resto de economías tractoras de la UE. Esta vía de agua es una de las que la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, quiere soldar con la reforma fiscal que el ala socialista del Ejecutivo fía a las conclusiones de un grupo de trabajo que no dará a luz hasta entrado 2022. Es decir, después de que se debata la ley de presupuestos. Pero esos no son los tiempos de Unidas Podemos, que, aferrándose a la asignatura pendiente de marcar un tipo mínimo en el impuesto de sociedades, pretende que ese impuesto se revise con amplitud y, ya puestos, aplicar una nueva fiscalidad general que emana un poderoso olor a dogma.

Los presupuestos generales del Estado para 2022 serán un documento político crucial. En ellos quedará plasmado el pago territorial a los apoyos parlamentarios que sostienen a Sánchez -el caso de la 'no ampliación' de El Prat ha sido ejemplar de cómo las decisiones en materia de infraestructuras se toman conforme se tensan las mareas políticas- y de ellos podría tener que beber España en forma de prórroga si la tensión en el Gobierno escala a lo largo de 2022 como cabe prever que lo haga. Conforme menos tiempo de mandato quede, más apretarán los partidos minoritarios al PSOE para obtener su rédito de la gran coalición parlamentaria que invistió a Pedro Sánchez.

Esta realidad podría ser un problema relativo si el PSOE estuviera en condiciones de señalar a sus compañeros de viaje el camino de las urnas, pero tanto el secesionismo como Unidas Podemos saben que ese no es el contexto actual, lo que atornilla aún más las posibilidades de un Gobierno cada día más cautivo de sus hipotecas. Es la misma realidad bajo la que se procederá al reparto del rescate europeo, así que el horizonte, por mucho que las previsiones de estabilización y crecimiento sean buenas, no está exento de nubes negras. Y eso es lo preocupante. Que en un periodo expansivo España se vea lastrada por una guerra política de clanes en los que hace tiempo que el interés general no existe.