María Ángeles Álvarez

Musgo sobre granito

María Ángeles Álvarez


El mar de Castilla donde el alma aúlla

01/07/2021

Después de tanto tiempo encerrada en casa he podido hacer un pequeño viaje por el mar más impresionante que tenemos al lado, el campo de Castilla. La vista se pierde en el horizonte y descansa en los roquedos y las sierras, mientras las olas del trigo se destacan sobre el fondo lleno de aire azul.
Tanta belleza en medio de tanta paz. El aire se posa lentamente mientras surcamos carreteras secundarias detrás de alguna vaguada. Es Castilla la maestra de los que por allí nos acercamos, con lecciones tan serenas como bárbaras sobre la verdad, la luz y el consuelo. Fue la maestra también de Antonio Machado cuando llegó ligero de equipaje, dejando los juegos poéticos que lucían en el simbolismo parisino, para encontrar la palabra que pudiera asentarse levemente sobre las llanuras, las veredas serpenteantes de los ríos y el mar de la mirada. Aprendiendo a desechar muchas cosas, muchas palabras, para quedarse con las auténticas, las que visten de abrigo cada día con su color, su luz y su muerte.
Castilla ahora que las autovías concentran el tráfico galopante aparece con su aspecto ancestral en las carreteras secundarias al abrigo de la velocidad y la prisa. Donde puedes parar en un mirador, contemplar las genistas que pintan los lados de las cunetas, seguir el paso de los tractores, el planeo de las cigüeñas que viven en lo alto de una iglesia que se eleva piedra a piedra para morir en un cielo, azul y evanescente.
En estos días todo parece que me van empujando a cada poco, es lo que tiene querer explicar la vida secreta de las palabras.  Ir viendo su fondo, miles de matices, paisajes por dentro, colores, sutilezas que desconozco, incluso de las mismas palabras que uso en mis poemas. Y todo en un proceso de explicación de algo que ya es mucho más que lo escrito y versificado. Así sé que en cada lector se deslizan de manera diferente, y los suelos sobre los que planean son completamente únicos.
Mañana dos de julio presento en el Lienzo Norte mi nuevo poemario  ‘Las hierbas de los regatos están blancas. Crónica poética de un agosto en llamas’. Siento que abro las puertas de una jaula poética para que las palabras comiencen a volar libres y verdaderas, en el campo de cada lector que las va haciendo suyas. En esta aventura con las palabras, este campo de Castilla me va enseñando mientras habito así: el tiempo dilatado, la historia de cada roquedo, el polvo de la pradera, el cielo rasgado al ponerse el sol, el incendio sobre todos los que nos quemamos con el deseo de renacer y revivir, el calor y el verano que, con toda su crueldad, nos abrazan.
Con la poesía tengo una relación de absoluto hechizo y respeto. Qué dice y por dónde nos lleva, qué mundos levanta, hacia donde nos empuja cuando nos dice por ejemplo A. Machado estos versos tan llenos de ladridos: “Desnuda está la tierra,/ y el alma aúlla al horizonte pálido/ como loba famélica. ¿Qué buscas/poeta, en el ocaso?
 Escribir poesía me ha transformado en alguien diferente, sintiendo el regalo de cada verso que voy poniendo en mi cuaderno, la gratitud y el asombro al sentir que voy paseando por caminos por descubrir, que están palabra a palabra en mi cabeza muchos días y que al publicarse comienzan a vagar por ahí, siendo yo, como en el mar de Castilla, la que abre la puerta, deja la ropa y se lanza a bucear.
Quiero un mar de palabras, hondas y rasgadas, esenciales, sutiles y libres, surcando el auditorio del Lienzo Norte, y a mis amigos y lectores sumergidos conmigo en un rincón de Ávila, al sur de Gredos donde la garganta suena como un organista y las hierbas con el calor se hacen blancas y eternas.