Fernando R. Piñero

Blanco sobre blanco

Fernando R. Piñero


A pie

13/05/2023

Tras cumplir con éxito un plan brillante que los ha llevado a estafar a uno de los gánsteres más poderosos de su tiempo, Henry Gondorff, el personaje que interpreta Paul Newman en esta historia que narra la película El golpe, pregunta a su colega Johnny Hooker a qué espera para ir a recoger su parte del dinero. Este último, interpretado por Robert Redford, responde con una de las frases más reconocidas de la historia del cine: «Si lo hago, no hare más que gastármelo».
Desde hace unos meses, es ciertamente complicado no circular por la ciudad sin enfrentarse al dilema constante de rehacer una ruta preconcebida para llegar a un destino que parece esconderse entre carteles de «Cuidado, obras» o «Calle cortada». Al tedio que supone coger el coche se le une la posibilidad más que probable de acabar en un atasco que, de un tiempo a esta parte, trasciende la normalidad de las rotondas. El destinatario de todas las quejas es, como corresponde, el Ayuntamiento. Las respuestas contradicen el consejo del principio, pues parece que es necesario ejecutar todos estos proyectos para no perder la oportunidad que nos brinda un dinero que nos viene de fuera. En efecto, la ciudad ha optado por tomar el dinero y hacer lo que suele venir después: gastarlo.
Es evidente que ha podido haber falta de planificación en lo que a su ejecución se refiere, razón por la que no hay zona de la ciudad en la que sea difícil no ver una excavadora o un grupo de piedras amontonadas en torno a una zanja. No obstante los problemas que todo lo anterior ocasiona al normal funcionamiento de la ciudad y el debate acerca de las alteraciones del tráfico debe ir encaminado en otra dirección y preguntarnos si realmente nos compensa tomar el coche en estas condiciones. En una ciudad pequeña como la nuestra, es evidente que nos llevemos las manos a la cabeza cuando debemos invertir más tiempo de lo habitual en recorrer una distancia que no es excesivamente larga. Sin embargo, lo que se nos olvida es que, antes de que la ciudad comenzara a parecerse a la Roma de los años sesenta, cuando se optó por la técnica de excavación a cielo abierto para ejecutar las obras del metro; ya era ciertamente desesperante circular en coche. A las restricciones de velocidad, que algunos cumplen escrupulosamente, se une la falta de aparcamiento en las zonas del centro lo que, junto a la llegada de visitantes los fines de semana en sus respectivos vehículos, convierte a la opción del coche en un caldo de cultivo poco recomendable para todo aquel que quiera evitar vivir al borde de un ataque de nervios.
Lo más normal en las ciudades grandes es que se opte por utilizar el transporte público para evitar que el coche se convierta en un problema. Sin embargo, en Ávila parece que, igual que a Moisés se le indicó el camino a la Tierra Prometida, cada vez que escogemos utilizar el coche lo hacemos confiando en que hallaremos también un sitio en la misma puerta del lugar al que nos dirigimos. En un contexto en el que las plazas de aparcamiento del centro están desapareciendo, haciendo gala de aquello de que las ciudades son para los peatones, ese pensamiento es cada vez más inviable. Todo ello unido a la próxima conversión del centro en una zona de bajas emisiones, lo que acabará por frustrar definitivamente las expectativas de los que siguen defendiendo que pasear es sinónimo de sentarse en el coche.
En una ciudad en la que las distancias son reducidas, el tráfico debe ser algo secundario, lejano e incluso anecdótico. Diez o quince minutos de paseo no es otra cosa que una bendición y un privilegio, sobre todo si lo comparamos con los que sufren los trayectos interminables en las grandes ciudades. Es evidente que el coche es necesario, pero no siempre, así que cultivemos la cultura del garaje y sentémonos en el coche únicamente cuando no nos quede otra opción. Caminar tiene muchas ventajas. Ya Nietzsche resumió la idea en algo así como que todos los pensamientos verdaderamente grandes se conciben caminando. Hagamos la prueba.