José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


El progreso siempre llega demasiado tarde

28/05/2023

Para todos aquellos que tengan buena memoria, o para aquellos que de verdad quieran degustar algo bueno, bueno, bueno, con fundamento, les comparto esta frase para disfrutar. 
Imagínense ustedes mismos en un andén de tren. Seguro que les ha pasado. Un viejo, ciego, y con un bastón. Sentado como si estuviera agotado o simplemente 'viendo' el tiempo pasar. Es una estación de esas que abundan en el sur y que siempre mira al norte. Un joven que deja atrás la adolescencia y una infancia ligada a este viejo, a cualquier abuelo o abuela de los que nos han llevado de la mano hasta que la han soltado por su propio cansancio y consumo interno de la vida. Ese viejo que le lanza una advertencia al joven antes de emprender el comienzo de su viaje. Una advertencia que para los valientes es una maldición «no te dejes engañar nunca por la nostalgia», «nunca mires atrás para pensar como podía ser tu vida si no alzases el vuelo, si no nos dejases aquí», «no se te ocurra volver nunca, me oyes, nunca». Y tiene razón porque el pasado no admite componendas ni enmiendas, por eso es tan importante el presente, acertar en el presente. Aunque como rezan los clásicos, para el pasado, el perdón y la misericordia, para el presente siempre el amor, y para el futuro la providencia, que no el azar o el destino.
Pero el joven, como usted y como yo y como todos los que llegan al final de estos artículos, siempre hemos pensado que el viejo estaba ciego de no querer ver, que no llegaba a entender lo nuevo que venía. En este caso el viejo estaba ciego de verdad por un accidente que había provocado el incendio de una película fotográfica. El joven como para querer tener razón, le dice que ahora las películas ya se fabrican sin material inflamable, que ahora su ceguera no existiría gracias a la ciencia, no se habría producido aquel fatal accidente que le privó de la vista. Y entonces, viene lo mejor, el viejo salta en cólera sin que se le note porque no puede acertar a propinarle la colleja que se merece. Le falta gritar «para qué te he dicho que no mires para atrás nunca, y que no te dejes engañar por la falsa nostalgia». Pero como es muy inteligente y algo sabio, se encoge de hombros, deja de mirar al norte y exclama con cansancio genuino «el progreso siempre llega demasiado tarde». Y es verdad que para casi todos, estas medicinas que remediarían el pasado llegan demasiado tarde.
No obstante, aparece también una verdadera diferencia ideológica, quizá la única que realmente existe, ahora que todo el mundo habla del final de las ideologías. Es verdad que la pretensión de explicar toda la realidad ya no la procura casi nadie porque llegan el Big data, el nuevo smartphone o el misil hipersónico que sobrevuela nuestras cabezas y te la puede cambiar, aunque lo siento por los cursis, no generan nuevas realidades. La verdadera diferencia existe entre aquellos que piensan que la realidad es como es, a veces tozuda, y tienes que convivir con ella, reformarla y mejorarla sacándola brillo. La otra cara de la moneda es para aquellos que piensan que la realidad se puede cambiar y generar una nueva con ayuda de lo que sea, desde la propagan, la ciencia o nuevas realidades jurídicas. 
Esa sí que es una diferencia sustancial, aunque la que de verdad importa se puede ver a simple vista. Hay globos más grandes que otros y algunos que duran menos a la salida de los colegios que otros, por eso, los que de verdad saben, sin importar su edad porque tienen vocación de llegar a conocer y explicar la realidad a otros, no se dejan engañar y saben que lo que de verdad importa cuando vayan a despedir a alguien al tren, es el globo que vuela más alto.

ARCHIVADO EN: Adolescencia, Ciencia, Big Data