M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


In memoria, Sebas

01/05/2022

Doy gracias porque existan las palabras bellas… Palabras que nombran lo que más apreciamos y admiramos… Palabras que anhelamos, amamos y guardamos como tesoros del corazón para no perderlas… Esas palabras que suenan como brisa que despierta y que al tiempo es calma. Palabras como amor, entrega, ternura, luz, paz, toman sentido cuando podemos encarnarlas en alguien concreto, porque se hacen presencia y nombre en ellas. Es así que podemos creer en esas virtudes o valores universales –llamémoslo como cada cual se identifique– por ese hacerse realidad en algunas almas buenas.
Pero también esas almas buenas se encarnan en aquello que ellas aman y admiran. Por ejemplo, digamos árboles, aves, montañas, ríos o cualquier ser vivo. Quien camina por senderos, junto a un arroyo o prados y contempla cómo las ramas de los árboles se elevan hacia el cielo y, al tiempo, abrigan y protegen a la tierra mientras llueve rocío de sus hojas, se está haciendo carne en esos seres. A quien le brilla el rostro en la mañana recibiendo la luz y el calor del sol y se deja llevar por ese canto gratuito de vida y que aquieta su alma acompasándola al aliento de la tierra, está en resonancia con la delicadeza de la vida. 
Doy gracias por haber tenido la amistad de una de esas almas buenas, de un alma que ha ampliado mi vocabulario con una palabra más –la de su nombre– y que recoge en su étimo, en su significado esas palabras que antes decía. Hoy, en tu despedida, muchos somos los que te hemos dado gracias, Sebas, porque tu nombre ya es étimo que nos significa amor, entrega, ternura, luz, paz. 
Unos pocos amigos rememoramos a la noche el porqué una persona como tú deja una huella tan profunda y extensa. Recapitulamos, no como quien hace un memorándum curricular, sino como quien, desde los entresijos de la memoria vital, intenta explicitar y ordenar emociones y recuerdos en un vocabulario mínimo que te dibuje:
Autodisponibilidad, palabra que vendría a ser aquella actitud en quien se adelanta a la solicitud de ayuda porque ha intuido esa necesidad en alguien. Antes de pedir, ya hay respuesta positiva porque se tiene una clarividencia que nace del ejercicio de la empatía. Otros lo llamarían capacidad de amar.
Curiosidad, que en ella significaba querer saber de todo, tener entusiasmo por aprender y hacerlo durante toda la vida. No hay parón cuando la voluntad emerge y no decae.
Acogida, tantas veces mostrada con los amigos –que tiene mérito relativo, pero que siempre fue de generosidad sin límite– y que también ejercía con quien lo necesitara sin cansancio o excusa.  
Sabiduría, como forma de ejercer su trabajo con entusiasmo pero con un buen hacer basado en proyectos innovadores y bien elaborados al servicio de los más vulnerables. Será siempre recordada como quien puso en marcha los talleres de memoria para mayores en el ayuntamiento abulense, amén de otras iniciativas con niños o desfavorecidos.
Sebastiana Boyero Pérez, aprendí tu nombre en la antigua Escuela de Magisterio cuando compartimos aula y ya nunca lo olvidé. Ahora, junto a tus queridos Blas y David, hemos de aquietar el alma, comprender al corazón y serenar la mente para podernos acompasar a tu recuerdo, que nos será imborrable.