Darío Juárez Calvo

En el sitio

Darío Juárez Calvo


Torero por la gracia de Dios y la cancha de Boca

06/12/2020

El domingo es un día sagrado para los argentinos. El último de la semana hace callar los tangos que escupen los acordeones del largo de González Catán camino de La Bombonera, sustituyéndolos momentáneamente por el fondo de garganta de los Barras Bravas que encienden los prolegómenos de una disputa. Hoy juega Boca. Las calles anexas simulan el Corpus Christi del fútbol. Tifos serigrafiados cual mantones de manila o capotes de paseo, se extienden sobre las fachadas de las viviendas que abrazan al estadio, de donde por sus portales aparecen niños con los pómulos pintados de azul y amarillo, los colores de guerra, pataleando el esqueleto de un balón sin piel por el asfalto embarrado, como previa de la eucaristía dominical que se oficiará a escasos metros. 
Un templo levantado al culto de esa bendición llamada fútbol, donde cada domingo comulgan los aficionados y fanáticos bosteros que hacen temblar los cimientos del graderío entre gritos, cánticos y bocanadas de amor en rompeolas. Como en su día, evidentemente a escala mucho menor, fuera la procesión de aficionados que partían hacia la Monumental madrileña las tardes de domingo; en un ambiente más castizo, por heredada educación, pese a que en ocasiones fuera menos costumbrista. En él se movían personajes como Jaime Urrutia, que veían salir el sol cuando ellos lo hacían del Rock-Ola, para acto seguido engañar al estómago con un par de litronas, un bocata de calamares para dos y el correspondiente paseo por la cresta del barrio de La Guindalera dirección Ventas: a los toros. 
En la mística que resguarda La Bombonera también habitan toreros que marcaron una era dorada. Desde el Loco Banderita flameando a La 12 de pasión cada partido, emulando al Pana con Rey Mago en La México, hasta el recuerdo imborrable de los maestros del cuero que atravesaron el alma de los bosteros, como así lo hicieran colosos de la capa y la espada como Antonio Bienvenida, Paco Camino, Su Majestad El Viti, Curro Romero o José Tomás, por el umbral que conduce a la arteria aorta madrileña de la calle Alcalá. Toreros del balón como Martín Palermo, Huguito Ibarra, Loco Gatti, Guillermo Barros, Carlitos Tévez, Sebastián Battaglia, Juan Román Riquelme -al que llegaron a apodarle El Torero- y, cómo no, el ilustre maestro del hilo fino, decano de la high school albiceleste de la pelota que recientemente nos ha dejado; el pibe maravilla, Diego Armando Maradona. Todos ellos tocaron la gloria del fútbol en la cancha de Boca. 
Jugadores con personalidades y estilos diferentes que sintieron cada latido de La Bombonera en el escudo de su camiseta. Diestros de valor y temple, zurdos de mágica técnica y velocidad. Toreros de césped, bravura y corazón que hacían colapsar las rutas de colectivos que partían repletos de hinchas, dando batalla a cada rival y marcando una época emotiva y gloriosa para el club más laureado de toda Latinoamérica; el único equipo argentino que no ha descendido de categoría en 115 años de historia, explicando cada domingo a ruido de garganta y latidos los porqués del fútbol, los porqués de la vida.

ARCHIVADO EN: Rock, José Tomás, Toros, México