M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


La sonrisa ausente

07/12/2020

Una de las consecuencias de la pandemia es la de que estamos perdiendo el lenguaje de los gestos faciales. Ahora, no sabemos si quien se cruza por la calle con nosotros, esboza una amable sonrisa u oculta un gesto hosco, si esa amabilidad puede ser sincera o es simple costumbre... El lenguaje, todos sabemos que no son sólo las palabras, sino que disponemos de un lenguaje corporal que es una forma de comunicación muda basada en los gestos, posturas, movimientos del cuerpo y expresiones del rostro. Todo ese código que nos da tanta o más información sobre los demás que la que nos dan las palabras, se ha visto muy reducido. No sólo es la mascarilla que oculta nuestra boca. Es que la necesaria distancia social y la falta de interacción corporal –abrazos y besos–, también nos han mutilado nuestras costumbres comunicativas, que en nuestro país siempre han sido –afortunadamente– generosas.
Vivimos el anonimato de no poder leer los labios, esos que nos desvelaban en su gesto si las palabras nos mentían o no, o cómo de amplia era la alegría al encontrarnos con un ser querido o apreciado, o cómo se recibían nuestras palabras, o cuál era el mensaje velado que escondían los labios. Esos labios que hablan, besan, comunican…
Por descontado, que es imprescindible para cercar la expansión del virus cumplir todas las normas y recomendaciones que nos han ido dando científicos y políticos, y no seré de esos que se abonan a teorías conspirativas o que niegan la conveniencia de mascarillas, distancia social, etc. Además, no tiene uno más que rascar detrás de los negacionistas y conspiranoicos y veremos toda una constelación de personas que hablan sin base científica, otros que tienen problemas emocionales o psicológicos, otros presa de un cabreo político, y otros que son simples egoístas que proclaman que su libertad está por encima del bien común.
Pablo Neruda escribió: Quítame el pan, si quieres, / quítame el aire, pero / no me quites tu risa. La risa es síntoma de bienestar físico y salud emocional. Aumenta las endorfinas y envía dopamina al cerebro, lo que refuerza nuestro sistema inmunitario. Hay estudios que dicen que reír de forma sincera alarga la vida hasta cuatro años. Y la sonrisa, que es la hermana tranquila y duradera de la risa, tiene también esos efectos saludables, que además perviven más en el tiempo. Encontrar a alguien conocido y que su saludo sea una amplia sonrisa es una bendición humana que muchos esperamos recuperar lo antes posible. Está cada vez más cerca aquel día en que nos volveremos a encontrar por las calles y podremos saludarnos con una sonrisa que, es de esperar, no esté muy dañada por este tiempo pasado.