Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Lo más terrible

21/06/2021

Ya entenderán que aplico ese calificativo al horrendo acontecimiento ocurrido en la isla de Tenerife, del que tuvimos noticia hace días. Se podía sospechar desde el principio que el final de la investigación, si es que se llegaba a encontrar un final, no iba a ser feliz. Las circunstancias en que habían desaparecido las niñas y el padre apuntaban a lo peor. Pero no hubiera sido fácil imaginar el verdadero alcance de lo sucedido, a la vista de los detalles que se han ido conociendo tras el hallazgo de la hija mayor. Es cierto que faltan cabos por atar, y es probable que no todo pueda aclararse mientras no aparezcan los restos pendientes. Hasta cabrá imaginar que, tras eliminar a sus hijas, el padre ande por ahí, en lugar desconocido. Sea cual sea el final definitivo, si es que llega a conocerse, no restará un ápice al juicio de valor: la maligna intención y la frialdad cruel con que el horrendo designio ha podido ser planeado y ejecutado, lo sitúa directamente en esa categoría de lo más terrible. Terrible es que un padre extinga voluntariamente la vida de sus propios hijos; pero hacerlo así, de este modo y con este objetivo, es lo más terrible.
Las características del crimen apuntan sin duda a una manifestación, en su grado más grave, de la violencia de género; es un crimen con el que se busca causar el mayor daño posible a otra persona por razón de género. Se ha ido configurando una variante, la llamada violencia vicaria, que designa esos macabros supuestos en que el daño se produce de manera indirecta, a través de la eliminación de las personas más queridas por aquella a la que se pretende causar sufrimiento. Cuando las personas eliminadas son los propios hijos, en edad infantil, no hay criterios de clasificación suficientes.
Lo que quiero decir es que se me queda corta la apelación a la violencia de género como factor explicativo de un acontecimiento como el comentado. Tiene que haber algo más, si es que hay algo que pueda explicarlo. Recurrir a la maldad, incluso en su forma más refinada, o a la locura, en su forma más extrema, o a la insensibilidad, en su forma más intensa, también se me queda corto en este caso. Así que lo dejo abierto; porque también podría ocurrir que no hay respuesta posible.