José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Con o sin chupar

20/05/2023

Todos somos de temas recurrentes, pero a mi me encantan las personas que pueden lanzar al viento sus pensamientos repetidos o sus anécdotas de forma diferente.

A mí, como a todos los que llegan al final de mis artículos, nos preocupan y nos ocupan básicamente las mismas cosas, pero con dos factores transversales, como dirían los cursis, que permiten que los puedan leer tirios y troyanos: el sentido del humor y el amor a Ávila. Y no son incompatibles, aunque alguno quiera que parezcan contradictorios.

Dos de esos temas recurrentes vienen servidos en bandeja por dos anécdotas, una recordada de los 17 años en esas excursiones a Madrid de adolescentes abulenses y otra prestada por mi amigo Carlos en Islandia. Esos temas para mí fundamentales, hoy no los disfrazo.

Uno es que damos por supuesto muchas cosas y así no agradecemos ni degustamos el viaje. Aquí en Noruega practican una costumbre que me encanta porque vivo en reconocimiento perpetuo. Una vez que te han invitado a una cena o a una comida, siempre el miembro con más autoridad acaba diciendo "Takk for maten" gracias por la comida, porque no hay que dar por supuesta la hospitalidad, que te invitan, el desvelo que se pone desde un humilde café, un tiramisú, o algo más elaborado. Es más, en España cuando la gente se pone a criticar los esfuerzos de familiares que sacan adelante las imposibles y pantagruélicas cenas de Nochebuena en familia, siempre me pregunto qué habita en su alma para no mostrar reconocimiento a los que los rodean, sin preguntarme qué podrían hacer ellos por los demás, y esta última frase también vale para muchos más ámbitos de la vida.

La anécdota, en frío. Los abulenses de los 80 siempre dábamos por supuesto que se nos ponía una tapa con cada corto de cerveza que pedíamos. Y así de esta guisa, una recua de adolescentes abulenses nos perdimos queriendo en un bar en la calle Ventura Rodríguez. El de más desparpajo de los nuestros, cuando nos sirvieron la bebida, y a la abulense, preguntó ¿no tendrás unos panchitos? A lo que el madraca con maestría abundante respondió "con o sin chupar", lo que albergó pocas dudas de que allí no había tapas o ese día ni las olíamos. No se puede dar por supuesto lo bueno que nos ofrece la vida.

La segunda anécdota es muy real y aunque no sirve para la poesía, a Carlos le está guiando en su exitosa carrera profesional. Carlos es madraca y por lo tanto no acostumbrado a las tapas, pero estudiaba en una biblioteca pública la oposición. Y allí tuvo una epifanía sobre cómo debía de comportarse como profesional en la vida.

En los días impares, un encargado de la biblioteca no ponía ningún cuidado en su aspecto personal, no mandaba guardar silencio, no ayudaba a racionalizar el espacio. Carlos, como todos los buenos opositores que intercalan momentos de estudio entre los de descanso, le preguntó al guarda que por qué actuaba así. No le gustaba lo que hacía. Sin embargo, los días pares, llegaba un joven que iba impecable dentro de la modestia, se preocupaba por el silencio, porque la gente no desparramara libros en todas las mesas para la horrible manía española "de guardar" sitio para los ausentes presentes, por si hacía buena temperatura. A este tampoco le gustaba mucho lo que hacía, pero sabía que hacerlo bien procuraba una diferencia a los que estaban allí estudiando. Y este es mi tema recurrente, las personas importan mucho más de lo que pensamos para los que prefieren la solidaridad a la caridad como virtud.

En lo personal, en el contacto de piel con piel, no importa si los cacahuetes vienen pelados o sin pelar, importa y mucho si están dispuestos a hacerte la vida más fácil y feliz, para que todos lleguemos mejor al final.