Francisco Javier Sancho Fermín

De bien en mejor

Francisco Javier Sancho Fermín


Besos y abrazos

04/12/2020

SI lo pensamos bien y con calma, no es mucho lo que necesitamos para vivir y ser felices existiendo. Cierto que nos hemos acostumbrado a tantas cosas y nos han hecho creer que otras muchas son imprescindibles para ser felices, que hemos perdido a veces el rumbo de lo que es lo esencial para la vida. Entre las cosas elementales para la supervivencia (comida, cobijo, salud, trabajo, etc…) se cuenta el cariño, la ternura, el amor. Algo que, sin duda alguna, favorece un desarrollo armónico y feliz de la persona. Y así lo demuestra la experiencia y nos lo confirman las ciencias.
Para muchos, lo más difícil de esta pandemia que sufrimos es la casi total ausencia de expresiones físicas de ese cariño: el no poder dar un abrazo, el no poder saludarse con un beso, el no poder expresar el cariño, la cercanía de una manera física. Y así me lo han expresado tantas personas, especialmente los abuelos que sufren resignadamente la imposibilidad de dar y recibir esas muestras de amor tan ligadas a nuestra cultura latina. 
Recordaba mi primer viaje a Japón hace ya más de una década. Estuve casi dos meses dando cursos y conferencias por todo el país, desde la nórdica isla de Hokkaido hasta casi el extremo sur en las ciudades de Fukuoka y Nagasaki. Fue una experiencia inolvidable, en la que me sentí calurosamente acogido y entusiasmado de la sociedad nipona. Hacia la mitad de mi permanencia en esas tierras, le escribía a una japonesa «sevillana» lo feliz que me sentía en esas tierras, pero cómo uno comenzaba a echar en falta los besos y abrazos. Ella se lo comentó a sus amigos y familiares japoneses, de tal manera que cuando me encontré con ellos todos vinieron a darme un abrazo. Fueron capaces de romper los protocolos sociales y culturales para dar una muestra aún mayor de acogida al extranjero.
Valoré mucho aquel gesto. No tanto por el abrazo en sí, sino por el trasfondo de lo ocurrido. Ello me llevó a reflexionar sobre el cómo transmitir el cariño respetando la idiosincrasia oriental. Y fui percibiendo cómo una mirada, una reverencia, una sonrisa, una palabra, … son capaces de romper todas las leyes de la física para crear un espacio etéreo de ternura. Al principio fue difícil captarlo, acostumbrado a otro modo de expresar y trasmitir el afecto.
Y ha sido durante este tiempo de distancia social que he vuelto a pensar sobre ello. No se trata de cambiar nuestras maneras de expresión, pero sí de poderle dar un valor real a la situación que se ha creado, y ser capaces de dar y recibir ese cariño a través de otras formas. Quizás ello pueda ayudarnos a vivir la privación momentánea como un modo nuevo de seguir transmitiendo y expresando lo más importante: el cariño y amor de unos con otros. 
Una mirada, leída y acogida desde lo profundo, puede ser capaz de darnos tantos abrazos y besos como nos parece que necesitamos. Y lo mismo podemos hacer nosotros. Se suele decir que los ojos son el espejo del alma, y así lo constatamos cuando aprendemos nuevamente a ver y a mirar. En unos meses confiamos que se habrá superado en gran medida esta situación actual. Mientras tanto aprovechemos cada instante, cada gesto, cada sonrisa, cada mirada para transmitir ternura. Y descubriremos que, a pesar de todo, lo más importante siempre nos ha acompañado.