Julio Collado

Sostiene Pereira

Julio Collado


Sindicalismo viene de solidaridad

02/05/2022

– «Digo que mi salario es una mierda, que cuido niños pequeños y me pagan seis euros y medio, la hora, y no tengo seguro y mi horario está al gusto de mis jefes, que trabajan los dos». 
–  «Búscate otra cosa, no seas esclava».
– «Si no lo hago yo, lo hará otra»; ¿qué puedo hacer?
– «Hubo tiempos peores. Pero, gracias a valientes que se la jugaron para que nosotras, la mujer lo ha tenido más difícil, pudiéramos ser visibles y votar y salir de casa y trabajar fuera y no seguir con  «la mujer en casa y la pata quebrá», estamos mejor. Aunque queda mucho. Ganamos menos y nos matan más. Este año ya van 9 mujeres asesinadas por querer ser ellas mismas». 
– «Yo cobro quinientos euros y no tengo ni descansos ni vacaciones pero estoy contenta porque por lo menos tengo algo».
Sostiene Pereira que, mientras escuchaba esta conversación, pensó en los muchos trabajos fundamentales (la pandemia lo ha demostrado) que están infrapagados. Por eso, los estudios de Cruz Roja, de Cáritas y otras ONGs que están en contacto directo con la calle y con las personas vulnerables han alertado del crecimiento de la pobreza. No sólo entre los que están en paro sino entre los que trabajan con salarios de «mierda» como calificaba el suyo la joven de arriba. Tras las crisis sucesivas del 2008, la pandemia y la guerra de Ucrania, la desigualdad está creciendo en todo el mundo y, lógicamente, en España. Es decir, que mientras unos hacen el agosto con artes más o menos legales pero, a todas luces, insolidarias, otros se están empobreciendo. Ante esta injusticia, que ha sido así durante toda la historia de la Humanidad, se crearon en el siglo XIX, los sindicatos de trabajadoras y trabajadores al tiempo que los Partidos Políticos de la Izquierda. Gracias a las luchas titánicas de los obreros en las empresas y en las calles con el apoyo de los partidos citados aprobando Leyes, se fueron conquistando mejoras en los salarios, en las condiciones de salud laboral, en los horarios y en la calidad de vida de los obreros con la oposición férrea de los todopoderosos empresarios y de las fuerzas reaccionarias de la Derecha. Esa es la dura Historia del Movimiento Obrero que, desgraciadamente, apenas se estudia en las escuelas, en los institutos y en las universidades. No interesa al poder de los de siempre. A ver si la nueva Ley de Educación, tan denostada por los sectores conservadores, pone un poco de racionalidad y de equilibrio en el estudio de la Historia que es mucho más que reyes, batallas, banderas o imperios. 
Ante los aires involucionistas que recorren el mundo y, en particular, las tierras castellanas,  la lucha obrera va a tener que armarse de coraje y solidaridad para no seguir perdiendo derechos. La aprobación del Salario Mínimo, algunos cambios en la negociación colectiva laboral, la ampliación de los días de permiso por paternidad y otras mejoras, conseguidas por la negociación sindical con el Gobierno de España, es una buena noticia. Las dificultades que están poniendo muchas empresas para firmar nuevos Convenios que se adapten a la inflación actual; el fraude que sigue existiendo en los contratos con horarios reales mayores que los pactados y la insolidaridad de los que trabajan haciendo «chapuzas» en dinero negro, son malas noticias. Problemas viejos de difícil solución mientras el egoísmo individual y de clase no lo tuerza la cooperación y la unión obrera. 
Por eso, la celebración del Día del Trabajo debe servir para conocer la historia sindical con sus luces y sus sombras y para concienciarse, en tiempos tan individualistas, de que «siempre la unión hizo la fuerza». La novela de John Steinbeck, Las uvas de la ira (1940), obra épica y conmovedora sobre la lucha contra la injusticia, aleccionadora historia para los «curritos», plantea el dilema claramente (pag. 219): «Tú que odias el cambio y temes la revolución, mantén separados a estos dos hombres, haz que se odien, se teman, recelen uno del otro... El peligro está aquí, porque dos hombres no están tan solos ni tan perplejos como pueda estarlo uno. Y de este primer nosotros surge algo aún más peligroso: tengo un poco de comida, mas tú no tienes ninguna. Si de este problema, el resultado es nosotros tenemos algo de comida, entonces el proceso está en marcha. Ahora, basta con una pequeña multiplicación para que esta tierra, este tractor sean nuestros. Los dos hombres acuclillados en la vaguada, la pequeña fogata, la carne de cerdo hirviendo en una sola olla, las mujeres silenciosas, de ojos pétreos; detrás, los niños escuchando con el alma las palabras que sus mentes no entienden. La noche cae. El pequeño está resfriado. Toma esta manta. Es de lana. Era de mi madre, cógela para el bebé. Esto es lo que  hay que bombardear. Este es el principio: del yo al nosotros».