Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


La sillita

08/01/2021

Ni en Navidad se dan tregua. En las filas de Ciudadanos reina la inquietud y el desasosiego. Los imprecisos y cambiantes principios de los más altos dirigentes del partido naranja se ven agravados por el estado de ansiedad del personal de tropa, cuya adscripción y recorrido es directamente proporcional a sus aspiraciones de mantenerse o medrar en cargos públicos remunerados. Ha bastado un ligero movimiento en territorio catalán, el transfuguismo al PP de Lorena Roldán, portavoz de Ciudadanos en el Parlament, para que la onda expansiva se haga notar en otros territorios de España. Aquí, Francisco Igea, vicepresidente de la Junta merced al pacto de Gobierno con los populares, ha contestado a los periodistas que tampoco descarta su salto a otras formaciones políticas, se da por hecho que al PP, si no ve clara su continuidad en cargos de responsabilidad con el partido en el que aún milita. Ha llamado la atención la aparente contradicción de Igea, quien no hace mucho afirmaba que se consideraba un político “interino”. Craso error de quienes confunden interinidad con temporalidad o retirada, acaso porque quienes así opinan no tienen en cuenta que en España se puede ser permanentemente interino.

En la Presidencia este ofrecimiento seguramente no ha sorprendido. Ya anteriores presidentes de la Junta recibieron en su día proposiciones similares, garantías de algún procurador de cambiar de caballo en plena carrera. En aquella ocasión para sustituir a díscolos o chantajistas y evitar que el gobierno autonómico decayera en minoría. En este caso no hay amenazas internas, simplemente el vicepresidente naranja parece querer tejerse una red por si hay fallos en el trapecio. Tal vez el aviso no obedece tanto al enfrentamiento con la jefa, Inés Arrimadas, para quien las palabras de Igea son la clara demostración de que lo que realmente le importa es mantener su “sillita”, como de un lapsus al desvelar ambiciones inconfesadas.

El problema es que estas actitudes generan tensión y enfado en el partido al que se representa, al tiempo que suscitan recelo y desconfianza en el territorio de aterrizaje.