Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


Horror y pesadilla

21/09/2022

Toda guerra, como toda ignominia, tiene su masacre, su horror, sus propios y atávicos infiernos. La locura y la sinrazón premeditada de quiénes ejecutan a sangre fría a cientos de inocentes y torturan a soldados hasta la muerte añade un nuevo nombre, Izium, a esa lista maldita del terror y la vesania humana. Todo parece y apunta en esta dirección. Sí, en la civilizada Europa, de nuevo la barbarie, la violencia desmedida, el sufrimiento indecible. Treinta años atrás Sbrenica fue otro escenario. Ochenta años después de que se desataran todos los infiernos y el crimen mayúsculo del Holocausto. No hemos aprendido nada, y solo la barbarie como terror a la población de un modo matemáticamente calculado y ejecutado sigue imperando.
De momento más de cuatrocientos cadáveres enterrados en fosas en medio de un monte de pinos de tierra arcillosa que ha hecho que la descomposición no se hubiere acelerado y las pruebas de la monstruosidad a la que puede llegar el ser humano son evidentes. Capaces de lo mejor y también de lo peor de esa condición, la banalidad del mal llevada hasta el límite. Hoy la luz y los taquígrafos ponen de manifiesto la aberración, la ignominia, la maldad. El dolor deseado y la ufanidad de sentirse inmunes siendo solo brazos asesinos que reciben órdenes. Cuántas fosas existen sin que ni siquiera imaginemos la realidad de la mismas. Solo imaginar, porque ni siquiera somos capaces de situarnos en ese momento macabro de ejecución, de tortura, de miedos, de gritos en medio la noche, y un aterrador verdugo sin piedad e implacable.
Es el relato que más daño hace al ser humano y el que nunca se olvida ni se puede olvidar porque sería asesinarles de nuevo.  Encima de la mesa el maltrato y la tortura, la ejecución masiva y desenfrenada, desalmada y aterradora que obedece a un plan silente de tierra quemada y exterminio a pequeña escala. Se sabrá algún día que sucedió verdaderamente en Izium. 
Allí en ese pinar en medio de una nada sin alma ni apenas nombre que recordar, fueron arrojados al vientre terrenal cientos de personas muertas, asesinadas, torturadas o víctimas de un ataque aéreo. Solo una atmósfera plúmbea henchida de un penetrante hedor a muerte y cobardía asesina cubre con su manto húmedo una vergüenza execrable. Otra más de una guerra absurda y que ha costado miles de vidas y millones de refugiados y hundido en el fango la credibilidad y reputación de un país agresor. 
Precisamente ahora que parece, de momento parece, que Ucrania recupera territorios, contraofensivas y posiciones gracias a la ayuda extranjera, el asesoramiento y armas de todo tipo. Rusia retrocede. Y eso puede ser de momento una falsa sensación de derrota y fracaso que solo el tiempo disipará.
Pero nadie borrará de nuestras retinas las imágenes del terror y el horror de bombardeos, de civiles muertos en las calles de las ciudades ucranianas, con Bucha con testimonio enlutado, maniatados y ejecutados, o víctimas de bombardeos en un selectivo y creciente plan de arrasar con el país entero.
Por qué esta violencia extrema, estas vejaciones y humillaciones a la población civil cuando? Socializar el sufrimiento entre civiles es el primer síntoma de la debilidad que siente quién está siendo derrotado o se ve impotente para ganar una guerra. Crímenes de guerra que son crímenes contra la humanidad. Masacres. Limpieza étnica. Terror a gran escala. Gulags de odio y sangre.