Ricardo Guerra Sancho

Desde mi torre mudéjar

Ricardo Guerra Sancho


Fantasía y mitología en el Carnaval

22/02/2023

Tengo que recordar que las fiestas de Carnaval fueron y son en mi ciudad una fiesta muy popular que aglutinaba a una población con ganas de diversión. Diversas épocas, sin embargo, han caracterizado el carnaval arevalense a través de los tiempo y épocas.
Yo recuerdo que cuando se empezó a recuperar aquella fiesta prohibida en un tiempo, investigué esa fiesta ancestral, cómo se celebraba en los tiempos anteriores, y así retrocedí varias décadas. Para ello conté con la inestimable colaboración de un tío mío consorte, Teodoro Casado, que fue muy carnavalero y me contó con doto tipo de detalles aquellas fiestas por los años 20 y 30 del pasado siglo. Aquellos relatos le hicieron revivir tantos momentos carnavaleros, cómo era entonces la ciudad, como eran sus costumbres y cómo se desarrollaban aquellos días frenéticos que antecedían a la cuaresma, que entonces era muy rigurosa en los usos y costumbres.
En solitario, en pareja o en pandas, cuantas vivencias me contó, de tal forma que parecía que yo mismo las había vivido. Y así las escribí por entonces. De hecho, este que escribe, que también es muy carnavalero, disfruté con sus historias y aventuras, incluso fue una referencia en eso de recuperar usos y costumbres cuando se recuperó por los años 80.
Aquellos bailes de sociedad, una época en que las diferencias sociales eran más acusadas, que repartía el público entre lo popular de la Sociedad La Esperanza o el salón de cine-baile de La Alegría, el sector de clase media mercantil e industrial, en el Círculo Cultural Mercantil y el Cine Cervantes. O la alta sociedad que se encastillaba en el Casino. Pero al final, toda la gente que disfrutaba de esas fiestas acababan en lo popular. También el «runero» se prestaba a la comedia, la broma, el disparate y la trasgresión en «disfraces con interpretación», como yo digo.
La segunda época, la recuperación de los 80 nació, principalmente con el Grupo de Teatro Castilla y alguna panda que se fuer sumando. En esos momentos lo que incitaba a la participación, aparte de ese espíritu carnavalero y de recuperación, fueron los concursos de discotecas, entonces en boga y de moda, aunque el inicio fue la calle, los bares y al final, las discotecas… Recuerdo como si «me hubiera casado ayer», y hablo en primera persona, porque mi boda no llegó a consumarse, por lo que al día siguiente llegó la separación… jajaja. Yo era el novio, la novia mi amigo Javi, que le llegaba por el hombro, una boda de principio de siglo, con todos los papeles cambiados… y comimos en la Fonda el menú de boda antiguo. 
Fueron unos momentos de continuo auge, de una inusitada colección de disfraces, unos de grupo, otros individuales. Y el inicio del entierro de la sardina, a modelo de otras latitudes, que llegó a ser enorme. También por entonces surge el concurso provincial en Cabreros y allí fuimos varias veces a sumarnos a aquellas fiestas cebrereñas tan importantes y afamadas. Respecto a mi vivencia personal, ya no me gusta salir, porque cada uno de los disfraces que hemos llevado, y han sido muchos, los hemos vivido y recreado como un verdadero papel teatral… ya no puedo recrearlos y he colgado los trastos. 

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