Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Volver a empezar

25/09/2020

Espero que hoy te encuentres bien en el inicio de un nuevo otoño, de un septiembre lleno de propósitos. Ahí van los míos, véase: apuntarse al gimnasio, estudiar más inglés y tener más tiempo libre. Estos tres están siempre en la lista de «pendientes» al empezar el curso escolar, afortunadamente, otro año más. Y esta vez se incorpora al top ten de la lista de grandes éxitos, muchas incertidumbres, que creíamos resueltas en el mes de junio. 
¡Ya ves! Mismo punto de partida, mismo inicio, mismas inquietudes, más PCR’s y menos ganas de afrontar de nuevo la segunda temporada de una serie con un final que quizá no esperábamos. Pero esto no es Netflix, como para dar al pause y al play según me cuadre, con versión original y subtítulos. No es una entrada triunfal con alfombra roja en los Oscar, aunque puede ser un remix de «Volver a empezar» entre las películas galardonadas, de quién sabe si será una nueva, dentro de la nueva ya, antigua normalidad. 
Volver a empezar, como acabamos en junio, como si hubiéramos tenido un permiso por tres meses para salir y volver a entrar. Esa era nuestra falsa libertad, tras la condena de meses de confinamiento: 90 días de locura, de falso velo, de situaciones y abrazos deseados que quedaron pendientes de un hilo y que corrimos, quizá demasiado deprisa, a compartirlos bajo el brindis del sol, al amparo la sonrisa de una vida que queremos seguir viviendo y disfrutando como si nada de esto hubiera pasado.
Tengo que reconocer que, durante unos meses, he sentido como si todo hubiera sido un mal sueño. Como si el 2020 nos hubiera puesto a prueba un tiempito de nada y que, en septiembre, con el regreso a las rutinas todo sería normal: trabajar, reír, vivir, soñar, escribir, charlar, correr, disfrutar… (y todos los infinitivos acabamos en –ar, –er, –ir con connotaciones mega disfrutonas).
Pero el sueño de una noche de verano, duró eso… una noche de verano, y se esfumó la primera mañana de otoño. Este otoño-invierno-primavera, el #todojunto que nos espera, será un reto inspirador y motivador: seguir juntos y unidos. Difícil tarea, imposible defensa de los mismos principios, aunque sería un ejemplo de saber que realmente, caminamos en la misma dirección. 
¿Recuerdas cuando estudiamos la tercera ley de Sir Isaac Newton? ¡Qué hombre tan listo! Resolvió el enigma que nos acecha al escribir en letras de oro de la física, que cuando un cuerpo actúa sobre otro realizando una fuerza, el segundo realiza una fuerza igual en sentido contrario. Pondremos como ejemplo el futbol: ¿Qué sería del deporte rey sin esta ley al golpear un balón de reglamento durante 90 minutos intensos? ¿O que sería de Usain Bolt en la salida, ante los 100 metros más rápidos de la historia, sin presionar con su pie el suelo para salir disparado en dirección contraria e impulsarse al escuchar el pistoletazo de salida?
La Acción – reacción en la vida cotidiana es bastante más sencilla: me tropiezo con una mesa y la mesa se desplaza, si apliqué la suficiente fuerza. Si golpeo una pelota de billar con otra, la segunda se desplazará con la misma fuerza con la que se desplaza la primera. Y más cotidiano aún: me quedo en casa – no me contagio; Guardo distancia física – no me contagio; uso correctamente la mascarilla al charlar en una terraza – no nos contagiamos. Solo nos piden distancia física, una acción- reacción, un minuto de pensar si merece la pena perder por unos segundos, un montón de horas disfrutadas en el mundo exterior.  
Si me mandaran picar piedra, ya estaría con unos brazos fornidos curtidos al sol. Pero solo nos piden que recordemos la importancia de la distancia física. Es cierto que la palabra que más miedo nos da es la de distanciamiento social. Animales sociales por antonomasia, eso es lo que somos, lo que nos caracteriza, lo que nos hacer ser o que hoy representamos. Los creadores del concepto «vividores» no queremos perder y separarnos de todo lo que nos une. Pero es cierto que nuestra nueva normalidad debe ser distancia fisca, socialmente unidos de otra manera: físicamente separados, socialmente conectados.
Todo tiene una fecha de caducidad, un vencimiento, un fin y una meta. Ahora no vemos cuando pasará esto, pero solo sé que estamos a un día menos para podernos abrazar.  Mi acción es ser prudente para reaccionar con un abrazo mayor, el día que nos volvamos a encontrar.