José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


Apaguemos la hoguera

03/11/2020

Las expresiones en francés (couvre-feu), inglés (curfew) o italiano (coprifuoco) se me asemejan más visuales y descriptivas que la castellana «toque de queda» a la hora de representar la nueva anormalidad que es este continuo carrusel de experiencias. Aunque con ella comparten el toque campana, tienen su aquel poético: cubrir el fuego, sofocarlo al descansar el campamento o poblado, para que sus llamas y rescoldos no causen incendios en la noche —no para evitar que atraiga y guíe a enemigos—. El fin del día, el cese de toda actividad. Apagar el hogar es gesto que nos retrotrae a lo más primitivo y básico de lo que somos, homínidos agrupados junto a la luz que se extingue para que la noche regenere con su paz y quietud las preocupaciones de la jornada y podamos alcanzar en perenne ciclo una nueva alborada.

La política es el arte de elegir el mal menor. Gestionar lo propio —ni les cuento lo ajeno— es continua elección; casi nunca hay un camino de baldosas amarillas que seguir, más bien un laberinto de puertas cerradas en agobiante País de las Maravillas. Y salvo contadas excepciones, se opta entre males; incluso si fueran bondades, el hecho de escoger una activa la noción de pérdida de las alternativas. No hay una vara de platino iridiado para medir los daños. Las disyuntivas a las que se enfrentan los que nos gobiernan son complejas, con derivadas e implicaciones secundarias a veces no visibles al común de los «cuñados» que reparten en grupos de Whatsapp recetas simples a problemas irresolubles.

La Covid19 nos ha traído el debate de las prioridades: salud o economía. Difícil tesitura, sin elementos —científicos o sociológicos— consolidados que nos guíen: no sabemos con certeza qué comportamientos implican riesgo, ni entre qué grupos sociales, ni el impacto. Hay cierta sensación de déjà vu, otra vez debatiendo si cerrar o no colegios, la relación entre el hacinamiento urbano y el contagio o si son aerosoles, gotículas o aerolitos en la cabeza. Y siempre alguien clamando: «yo ya lo dije»; lo difícil es atinar a cuál de las múltiples Casandras escuchar mientras a nuestro alrededor arde Troya.

Los toques de queda son el mal menor elegido ahora, en un país donde la hostelería es motor económico. El tiempo nos dirá si causarán solo una herida o quedará cicatriz permanente en nuestro tejido productivo. No creo que sea una decisión tomada a la ligera, sería injusto y cruel pensar que los responsables de gestionar esta crisis no se están dejando la piel en ello, con sus aciertos y sus errores, por mucho que alguno, despistado, proclame que esto se hace solo para preparar una campaña navideña regeneradora.

Pero lo mínimo que se les puede pedir en estos días es coherencia en las ideas y en las elecciones y no andar desnortados y errabundos. No decir hoy lo contrario de ayer y lo opuesto a mañana. Reconocer los fallos pretéritos y aprender de ellos, humildad y sinceridad en la gestión, huir de cualquier foto e interés político cortoplacista. En el fin de semana en que recordamos a nuestros difuntos, apaguemos en su recuerdo las hogueras de estos convulsos días, en la esperanza de poder encenderlas, más poderosas, cuando llegue por fin de nuevo el alba.