José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


¡Qué buena tarde se ha quedado!

08/01/2023

¡Lo que me he podido reír profiriendo una frase parecida con mi hermano Óscar estas Navidades! Uno empieza ya a sentir las goteras de la edad y esta es una de las más manifiestas. 
Las cosas que consideras pequeñas, sin importancia, te tocan mucho más que las grandes, las grandilocuentes, esa sucesión agotadora de momentos históricos que hemos vivido, y vivimos a ritmo de cada noticiario. Albergo muchas sospechas sobre las pequeñas cosas.
He vuelto a disfrutar del sorteo de Navidad y esa felicidad de cada pequeña fortuna que en España, sí en esta España nuestra, de todos, puede cambiarte la vida por jugártela todo a un número que se compra de la forma más rocambolesca, sin esperar las grandes colas de Doña Manolita o de la diosa fortuna. 
He vuelto a ver morir sin piedad las dietas impuestas y caer desalmadas ante la sucesión geométrica de polvorones, turrones, mazapanes, frutas de Aragón, Papa Noeles de chocolate, Roscón de Reyes y comidas siempre familiares y de amigos.
 He vuelto a cantar y escuchar, sin tener que pagar nada a cambio, los mismos villancicos de siempre con las variantes de los que siempre mejoran las letras y eso que todavía no he encontrado la explicación escatológica de por qué beben los peces en el río y si alguien la conoce, que me la comparta por favor. 
He vuelto a ser el pequeño Miguel Strogoff, el correo del zar de Verne que ha tenido que llevar casi en mano las cartas de mis hijos al frío polar de Papa Nóel , a los desiertos de Arabia y a los anillos de Saturno. No me ha importado el viaje, estoy de vuelta sano y salvo.
He vuelto a leer cómo pasó todo, para que todo continúe pasando igual que hace 2022 años y siempre lo lleva a cabo el pequeño de la familia. He vuelto a recordar a todas las personas insustituibles de nuestras vidas: abuelos, padres, hermanos, hijos, amigos para que siguieran estando con nosotros en cada momento, incluso antes de ir a esa Misa del Gallo. Que ya por no sé qué comodidades herodianas,  se celebra por la tarde porque es mejor para todos los que estamos dispuestos a ir a medianoche y mucho peor para todos los que no están dispuestos a ir nunca.
He vuelto a sufrir las bromas que recuerdan a los inocentes que nunca pudieron sonreír porque era más cómodo que un pequeño rey siguiera en su trono de bienestar antes que cederlo a la Verdad que había nacido. 
He vuelto a cambiar mensajes, whastapps, llamadas más o menos largas, videollamadas corales, para decirnos que el amor se tiene que comunicar, aunque yo diría que el amor cansa más que duele, y que todo lo que mandas por la red no resuena en los ecos de la eternidad. Y sí, he vuelto a ver ese peliculón de Frank Capra, qué me compele e interroga sobre todo lo pequeño que cada uno hacemos y ya no cuento si trasciendo y en el protagonista lo pongo a El. Imbatible.
He vuelto a preparar la siguiente tanda de uvas, 12 uvas peladas sin pepitas, seis uvas peladas sin pepitas partidas por la mitad, 3 uvas peladas sin pepitas partidas en cuartos, y las mías enteras con las pepitas más duras que haya masticado en mi vida. Lo celebro con cava porque no aguanto los boicots a uno mismo. Eso sí las próximas, por la radio, porque ya mi agudeza visual no aguanta para las siete diferencias que me quieren imponer cada año detrás de cada vestido.
He vuelto a ver que la Historia con mayúsculas se escribe cuando quiere y decide que Benedicto XVI se tenía que ir ese sábado de misericordia. Sobre el funeral y su protocolo, no deja nunca de llamar la atención, tanto del profano como del conocedor que abunda en palabras.
He vuelto a pedir a Melchor con insistencia un regalo que se resiste, probablemente por mi falta de carácter o por su increíble justicia, pero no he dejado de ir a verlos a los tres, rodeados de dragones chinos y de danzas del vientre, porque en España, sí esta España nuestra, todo vale para la fiesta, aunque sea la de los niños. Semos globales.
Por eso cuando al director de esta cabecera, que me reclama un regalo de Reyes, le pido larga vida  para que su periódico siga narrando la España y la Ávila que somos, que sufre y que se alegra. Porque él cómo yo, puede que un día les susurre al oído «oye que buena tarde se está quedando» y sin darse cuenta vean que la verdadera revolución, la de las pequeñas cosas que no desparecen, que sólo dependen de nuestro esfuerzo personal y familiar, ya está aquí. Feliz Año a todos.