José Pulido

Contar hasta diez

José Pulido


Jornada de reflexión

27/05/2023

Ha querido la casualidad que la publicación de este artículo coincida en el tiempo con la jornada de reflexión que pone el punto final a la campaña de las elecciones municipales y autonómicas que se celebran mañana 28 de mayo. Así que he decidido reflexionar con mis hipotéticos lectores antes de esta fecha que determinará nuestro futuro durante los próximos cuatro años.
Vaya por delante que soy un decidido partidario del día de reflexión, que otros rechazan por considerarlo un tiempo perdido y preferirían apurar la campaña electoral hasta el último momento en que se abren las urnas y los votantes toman el protagonismo que les corresponde. Creo que nuestros legisladores acertaron. Un tiempo de reflexión nunca es un tiempo perdido. Y en nuestro caso, necesario, después de no sé cuántos meses de precampaña, de una agotadora cantinela de quinielas electorales, candidatos y luchas internas en la confección de las listas. Un interminable proceso que desemboca en la campaña propiamente dicha con el bombardeo de mensajes electorales, debates, encuestas, promesas y polémicas tan tristes como las de las candidaturas de Bildu. En fin, que les voy a contar que no sepan…
Y, por fin, llega el día de reflexión. Un breve oasis de paz, un momento de sosiego como el ojo del huracán en mitad de la tormenta. Ese instante en que podemos encender una cerilla en mitad de la calle sin riesgo a que el viento la apague. Ese día en que todo el mundo calla, descansa de la larga contienda y se prepara para lo que viene. 
Es una tregua muy corta. Mañana se abren las urnas. Iremos -o no, es una decisión personal- a votar. Contaremos los votos y con los resultados en la mano volveremos a hacer cábalas, a analizar lo que ha pasado y, sobre todo, lo que pasará en nuestros Ayuntamientos, Diputaciones y Autonomías, quiénes gobernarán y quiénes irán a la oposición. De nuevo la victoria y la derrota, la alegría y la decepción…en definitiva, la política, que no deja de ser parte de nuestra vida. Seguramente no la más valiosa, pero sí la que más ruido arma, y muchas cosas importantes nos jugamos en ella.  
Pero volvamos al día de reflexión. Hoy toca decidir a quienes aún no se han decidido, que al parecer son muchos, lo que van a hacer el 28 de mayo. Hay tiempo para pensar, para valorar lo que hemos visto y oído, lo que se ha dicho y se ha hecho o se dejó de hacer, separar el grano de la paja y tratar de sacar algo en claro del diluvio de informaciones más o menos creíbles al que nos han sometido…Desde estas líneas, con el respeto absoluto que merece el criterio y la opinión de cada uno, quien suscribe les anima a acudir a las urnas. Podemos argumentar todas las razones que se nos ocurran, a favor y en contra, pero personalmente me gusta decidir en todo aquello que me afecta. Y es el futuro de nuestro pueblo, nuestra ciudad -En Castilla y León no celebramos elecciones autonómicas- lo que está en juego. En una medida individualmente muy pequeña, una persona un voto, depende de nosotros. Entre todos, los ciudadanos decidimos. Los partidos políticos, nuestros representantes electos, harán o dejarán de hacer, nos enfadarán o cumplirán sus promesas durante cuatro años, pero este es el instante en que la gente puede tomar la iniciativa de forma más directa y quitar o poner a quienes mandan. 
Hay quien dice que no vale para nada, que al final hacen lo que quieren. Bueno, pues tenemos en la mano el premio o el castigo, la decisión. Es nuestro turno, nuestro momento, y si no lo ejercitamos, además de perder la oportunidad de decidir, no tendremos argumentos para quejarnos. Si no haces política, la harán por ti.
Y una reflexión más. Creo que es preferible votar con la cabeza, con la razón, pero hay también muchas personas que lo hacen con el bolsillo, por sus intereses, otros con el corazón, por simpatías…Todas son opciones legítimas. Solo me atrevería a sugerir y con la mayor humildad del mundo, que no se vote en contra, sino a favor de algo o de alguien, pensando en mejorar las cosas, en solucionar problemas, en nosotros y en nuestros vecinos. Elegimos personas, tratemos de conocerlas, de saber quiénes son y qué nos proponen. No hagamos mucho caso de lo que alguien nos dijo que le dijeron que había dicho. Informarse, escuchar, leer, reflexionar. Después, votar lo que consideremos oportuno y con unas gotas de ilusión y esperanza, por lo menos de serenidad, que el cabreo solo produce úlceras de estómago. 
Desde ese punto de partida, podemos y debemos ser exigentes. Habremos cumplido nuestra parte en el contrato social de la democracia. Contra el desánimo, contra los incumplimientos o las malas decisiones que puedan tomarse. Con los aciertos, que seguramente también los habrá. En lo que pase durante los próximos cuatro años, algo habremos tenido que ver. Tendrán que contar con nuestro voto. Y, por desgracia, ese es un lujo que no está al alcance de todos en este mundo que nos ha tocado vivir.