Víctor Arribas

VERDADES ARRIESGADAS

Víctor Arribas

Periodista


El último paracaidista

21/03/2021

Como las noticias políticas se devoran unas a otras a cada minuto, y lo ocurrido este pasado lunes es tan trascendente como el anuncio de dimisión (en diferido) de un vicepresidente del gobierno y una crisis del propio ejecutivo del país, no resulta ocioso preguntarnos qué demonios ha pasado. Porque las explicaciones que se han dado sobre la salida de Pablo Iglesias y su futura llegada a la Comunidad de Madrid no engañan ni a los muy cafeteros. Nadie puede creerse que alguien abandone la segunda posición de privilegio de la política nacional para aspirar a presidir una región, para presentarse a unas elecciones autonómicas con grandes posibilidades además de ocupar un sillón en la oposición. Nadie. Lo que el interesado ha razonado desde su despacho de la vicepresidencia no nos convence. Hay algo que no se nos ha explicado, pero que con el tiempo se desvelará porque no hay secreto que pueda ser guardado por toda la eternidad. Tal vez algún detalle inconfesable obtenido por el CNI, tal vez un pacto con Pedro Sánchez por motivos igualmente inconfesables, quizás la secreta exigencia de Bruselas de que Iglesias saliera del gobierno como condición a cambio de que lleguen los 140.000 millones de euros salvadores, como años antes exigió a Atenas que saliera Yanis Varufakis del poder en Grecia. O, escarbando un poco más en éste último ítem, quizás que el propio Iglesias haya tenido un rapto de dignidad y prefiera no estar en el gobierno que tendrá que adoptar decisiones claramente antisociales si quiere recibir los fondos europeos.

La historia ha demostrado muchas veces que a los paracaidistas en Madrid no se les abre el paracaídas y se estrellan contra el suelo. Pregúntele, señor Iglesias, a Cristina Almeida por su experiencia cuando intentó un asalto parecido a la Puerta del Sol. Ya no puede desgraciadamente preguntárselo a Fernando Morán, un prestigioso político socialista al que se lanzó sin red a la arena electoral madrileña, pero su experiencia debería conocerla. Miguel Sebastián, Trinidad Jiménez o más recientemente Ángel Gabilondo saben muy bien que en Madrid hay que patearse los cenáculos locales durante años para pretender ser competitivo en las urnas. La jugada no ha podido empezar peor para su protagonista: no ha logrado la candidatura única con su enemigo íntimo al que defenestró, ha sido acusado por sus homólogos de machista por intentar quitar de en medio a una mujer como cabeza de lista, y ha perdido un escalafón en el gobierno al ceder la vicepresidencia segunda y obtener a cambio su partido la tercera. Jugada maestra. Ahora sólo queda comprobar cuándo sale de su actual cargo, que estará cada día bajo sospecha de utilización electoral, y cuándo hace lo mismo con su acta de diputado, para que de verdad empecemos a creernos que va en serio su pasión por la política autonómica madrileña.