Fernando Romera

El viento en la lumbre

Fernando Romera


¿Tú también, Felipe?

09/11/2022

Esto de hoy no trata de una cuestión política. Trata más bien de algo filosófico o algo más humilde, algo humano y del razonamiento de cualquiera. Yo lo tenía por otra cosa. Un presidente que gestionó un cambio político, un giro  hacia la izquierda en un país que aún temía a la socialdemocracia como al enemigo que venía siendo desde la guerra. No hizo mal esa transición dentro de la transición que fue el triunfo del PSOE. Y, sobre todo, siempre he creído que era un presidente con una gran formación política y cultural. Me equivocaba. Lo que dijo el otro día no niega la mayor, no destruye aquel trabajo. Pero sí sumerge su figura en unas ideas que son lejanamente las que parecieron las suyas durante los muchos años que gobernó este país (o, al menos, eso creíamos hasta ahora). Lo habrán oído, pero repito sus palabras textuales: «en democracia, la verdad es lo que los ciudadanos creen que es la verdad». ¿Tú también, Felipe? ¿Tú también has sido vencido por el lodo posmoderno, por esa concepción que anula cualquier criterio de verdad permanente, sea moral, histórica, espiritual o política? La ideología no es ni ha sido nunca una verdad por mucho que se la eleve al altar de lo irrefutable. Podrá ser un conjunto de creencias de las que unas serán ciertas y otras no. Cuando aquello ha ocurrido se ha convertido en una función totalitaria que abarca cualquier pequeño resquicio de la vida de un ciudadano, desde su manera de comportarse a su forma de pensar. Todo esto ha nacido al albur, claro, del pensamiento posmoderno, el de los marxistas de «Socialismo o barbarie» (Lyotard, Gerard Genette y otros lingüistas que uno ha tenido que estudiar profundamente), de mayo del 68 y otras corrientes de izquierda que hoy parecemos haber olvidado. González está hablando de una verdad que no existe, que es la verdad democrática, la verdad de la opinión pública. La democracia no se fundamenta en cuestiones de verdad, sino de justicia e igualdad social. La verdad no es el territorio de la política ni ha de serlo porque culmina en la dictadura de las encuestas, en el tezanismo estadístico. La verdad se puede basar en creencias, en su correspondencia con la realidad, en la lógica, en la semántica, en la historia... incluso eso nos puede llevar a pensar que la verdad es relativa. Es más; los católicos creemos en una verdad más allá de todo esto. Pero confiar la verdad a los resultados de una ley electoral y a una opinión pública es una idea peregrina. Porque, entre otras cosas deslegitima cuestiones tan democráticas como que la justicia esté más allá de los gobernantes y más allá de la opinión pública, es decir, que supera lo que la ciudadanía cree que es verdad en un momento determinado. Porque deslegitima, incluso, lo que la propia ciudadanía consideró como bueno en un momento pasado reciente. Incluso puede legitimar el linchamiento de las personas por sus creencias, opiniones o proyección personal si se sitúan al margen de la verdad mayoritaria. ¿Cree Felipe que Colón fue un genocida porque una mayoría social así lo opina? Si la opinión pública legitima un régimen oscurantista y criminal (eso ya ocurrió) ¿Felipe creería que esa es la verdad? Lo que ha dicho el expresidente es muy grave; pero no ha hecho otra cosa que sumarse a los dictados de esa ideología de la que se ha convertido en  abanderado un sector de la sociedad (y no sólo la izquierda). Decía González el otro día que esa verdad de los ciudadanos se traduce en decisiones de voto. Colocó a la ciudadanía, no ya como depositaria de la soberanía popular, sino, nada menos, que como fuente de la verdad. Uno creía que un soberano también se equivocaba. Y aún cree que la verdad nos hará libres. 

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