José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Las naciones valientes llenas de héroes anónimos

13/12/2020

Es un factor muy estudiado cómo casi todas las naciones durante el Romanticismo del siglo XIX definen el amor a la patria otorgándoles unas condiciones cuasi místicas que llevan a muchas exageraciones. A otras naciones con un pasado y una historia más acrisolada, les ocurre al contrario, y se permiten el lujo de olvidar muchas de las acciones de sus héroes porque siempre hay más, siempre vendrán más, y total forman parte del ser español, o del ser inglés por ejemplo. 
Winston Churchill era un hombre de una gran formación y cultura. Básicamente porque como él contaba, su padre era “como Dios” siempre ocupado en otras partes. Así tuvo que pasar su infancia y adolescencia bastante sólo leyendo a Burke, a Macaulay o a Cicerón. Eso conforma un ánimo para ser valiente siempre y él lo demostró. Le gustaba citar ese poema que afirma “para todo hombre, la hora de la vida o la muerte viene, y no hay una forma mejor de morir para un hombre que plantando cara a los peligros tremendos, ya que las cenizas de sus padres, los templos de sus dioses le contemplan”.
En un chat que tenemos los amigos de Ávila ahora que está tan de moda contar lo que ponen en los chats, Juan Carlos colgó algo que me emocionó de forma muy profunda y a lo que contesté. A algunos les sonará la historia, contaba como un joven teniente español se había interpuesto en la guerra de Bosnia y Herzegovina, en Konjic un pueblo que conocí muy bien, a una partida irregular el ejército musulmán que había acabado con un pueblo croata y venía persiguiendo a los supervivientes. El teniente Monteverde, hoy Coronel, se interpone lo que no es sencillo cuando no se tienen fuerzas suficientes, y los musulmanes reafirman su sed de venganza. Recibió incluso orden de entregar a los 200 civiles que corrían desesperados, pero algo en ese ADN que a lo mejor no es capaz de citar a Horacio, dijo “de aquí no se mueve ni Dios”, que lo entiende hasta Torrente, y así se salvaron. Yo conocí a uno de esos musulmanes que trabajaba en un precioso taller de orfebrería después de la guerra y que cuando yo entraba el salía porque no aguantaba “a ningún español”, lo que demuestra la profundidad de la valentía de Monteverde.
Completé la historia con algo poco sabido y que me impresionó igualmente en Bosnia y Herzegovina. Allí se pegaban todos contra todos, y los buenos de mañana eran los malos de ayer. Vamos no había referencias. En un paraje de una belleza como pocos he visto en el mundo, en Jablanica, se despeño por un puente que separaba a croatas y serbios por el tiro de francotiradores y granadas un vehículo VCZ  español al fondo del Neretva. Como en toda fuerza multinacional cada nación aporta unos especialistas, los británicos eran los hombres rana, que después de 24h no pudieron sacar los cuerpos. Los compañeros legionarios de los caídos, a veces a pulmón, y sin equipo, agarrados a una cuerda, consiguieren localizar los cuerpos y sacarlos en los días siguientes mientras que no dejaban de dispararles. Así es y así lo recuerda un monolito en el que siempre paraba a rezar cuando pasábamos a su lado. El primer caído español en esa guerra era un joven teniente abulense en otra historia que les contaré otro días pero que hace que exista una doble calle en Mostar y en Ávila para que nadie se acuerde, ante una nación que está acostumbrada a cuando el destino lo exige, a ser valiente por encima de las historias que le han contado.