Francisco I. Pérez de Pablo

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Francisco I. Pérez de Pablo


Ávila, entre el patrimonio y lo cutre

08/12/2020

Ávila es ciudad Patrimonio Mundial que tiene obligación de proteger. Este mes de diciembre con diversos actos se conmemora el 35 aniversario de esa declaración. Su patrimonio es su principal atractivo turístico y es reconocida más allá de sus murallas. La Capital acometió decorosamente una amplísima iluminación de su diseminado patrimonio en la legislatura pasada que le ha dado brillo y un cierto porte de grandeza.  Sin embargo cuando uno desciende a la ordenación de la ciudad, a sus calles, plazas, jardines y paseos, o lo que es lo mismo a la intervención del hombre contemporáneo la ciudad está dejada, su casco histórico abandonado y muchos de sus edificios en verdadero estado de derribo y sin ninguna política urbanística que apunte alguna solución.  
A pesar de los muchos atributos que la ciudad presenta, cuando llegan ciertas citas del calendario y la Navidad es la más significada, la ciudad se presenta ante los abulenses y los muchos visitantes navideños, que como turistas o emigrantes retornados vuelven a casa por estas fechas, sin el estilo, ni la clase que se supone deber tener una ciudad medieval acogedora. Hoy los Alcaldes pugnan por elevar su prurito personal, convirtiendo las urbes en planetas destellantes y se olvidan del porqué de estas fechas que comenzaron con un Belén.  
En una Navidad más Ávila se presenta sin buen gusto. A la tardía, muy tardía colocación de las luces de Navidad (esperemos no confundan las fecha y coloquen las de la feria de Abril), se le suma una inconcebible colocación de carruseles de feria y casetas (4) en las dos principales plazas de la Capital. Cutre es poco para los carruseles que ocupan frente Al discutido Moneo y el románico de San Pedro la plaza del Mercado Grande que desvaloran la plaza de Santa Teresa. En la plaza del Mercado Chico unas irrisorias casetas más propias de las taquillas de un circo que de unas casetas de un mercado navideño recrean una visión aldeana de la Capital.  
Con 13 concejales en el equipo de gobierno (7 liberados), amplio personal de confianza  y casi medio millar de empleados municipales alguien se podrá encontrar que tenga buen gusto. No es tan difícil vestir una ciudad en Navidad buscando esa imagen que trascienda más allá de estas fechas, porque de esto también se trata. Buen gusto es tener decisión, imponerse a modas, a limitaciones y ser tendencia. El buen gusto es algo innato, pero se podría aprender si se dejan enseñar, pero no quieren. Para gustos se dice que están los colores, pero los colores de la Navidad gustan a todos porque es solo tener cierto grado de sensibilidad estética y un poco de arte.
Tener buen gusto es fácil, pero las “navidades políticas” lo hacen difícil. Es tan sencillo como tener buen juicio, especialmente con respecto a lo que es estéticamente agradable, educado o socialmente apropiado. Mal Gusto es aquello que es vulgar, feo y desagradable. Parece que en estas fechas aceptar lo bello y rechazar lo feo, separar lo verosímil de lo inverosímil debería ser lo correcto antes de volver a tener que afirmar que a Ávila le falta elegancia en Navidad.
La Navidad es la familia y son las ciudades. Las ciudades en Europa se visten con las mejores galas para recibir la Navidad y así hacen también las familias. Merecería la pena esforzarse por dar a Ávila un estilo propio – lo tradicional bien hecho bastaría-  y que empezara a considerarse un destino emergente de una ciudad de cuento en Navidad.