Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


El oficio de periodista

28/11/2020

Dicen los sabios del lugar que el oficio de periodista es el más bello del mundo. Lo dicen, con conocimiento de causa, porque lo es. Pero la precarización de la profesión está llegando a cotas inimaginables, con la aquiescencia de mucha gente. Demasiada. La sangría cada vez es mayor en el camino que recorremos entre esa reunión del batallón de matriculados que accede al aula el primer día de facultad y los que se jubilan ejerciendo de plumillas. Y, de verdad lo creo: No merecemos esto. Ni los afectados, porque somos profesionales que en crudos momentos -el ejemplo más reciente, que por supuesto no único, ha sido la maldita pandemia-, demostramos lo que valemos; ni la sociedad, que está viciada de exigencia, a la par que de injusta dejadez y critiqueo barato. Al verlas venir. Resulta que la culpa de todo ya no la tiene Yoko Ono, la tienen los políticos y los periodistas. ¡Ole ahí!
Verán: en torno al Periodismo hay mucha mística. No lo digo yo, lo dicen todos los análisis, estudios y observatorios que se publican en torno a un colectivo al que le ha pasado en cierta manera un tren por encima y al que, como también ha ocurrido con otros en los últimos años, ha perdido por el camino todo el respeto… Hemos dejado que otros nos convirtieran en el payaso de las bofetadas. Y, lo que es más grave, lo hemos permitido, de una manera cobarde, como cuando escuchamos que alguien critica a un amigo y no lo paramos. ¡Basta ya! En la actual situación del periodismo, en un contexto en el que parece que todo iluminado, por eso de que nuestros móviles ya hacen maravillas, fotos, vídeos y si me apuran el pino-puente, el más tonto se cree Walter Cronkite. Y mucho ha tenido que ver ese simplismo que recorre ciertas redes sociales (¿se han dado cuenta de que todas estas plataformas cada vez se parecen más entre sí?), y que parece que cualquier mindundi tiene derecho a criticar y humillar comentando las noticias de los medios más reputados. A mí, personalmente, me asombra, me indigna y entristece por aquello que decía por aquí hace un par de semanas al referirme a ese órgano fiscalizador del Gobierno anunciado a bombo y platillo. Me van a entender, a lo mejor un rediseño de la idea inicial no está mal tirada: porque no debería poner la lupa en una profesión ya de por sí demacrada, sino en ciertos canales en los que parece que hay barra libre. Les aseguro que no vale cualquiera para el oficio de periodista. 
No se trata de demonizar los canales de comunicación que hace unos años se abrieron en internet para quedarse, no, se trata de hacer que se usen con cierto criterio y cortando alas a esos tipos incongruentes, dañinos y estercoleros, que parecen tener como afición y divertimento el meter el dedo en la llaga con la única intención de zaherir. 
La digitalización es una excelente oportunidad para los periodistas 2.0, pero el campo de juego no debe ser un patatal. O la cosa seguirá degenerando aún más. Ya me entienden.