Roberto Serna

El líder que hay en ti

Roberto Serna


Cuando caigas, enfrenta

24/10/2020

¿Qué hay detrás del perdón por los actos que cometemos?, ¿y qué ocurre si la culpa sobrepasa todos nuestros límites? Son preguntas que lejos de ser difíciles de contestar, sí lo son de enfrentar. Tratemos de responderlas.
    Nadie está exento del error, esa es la verdad. Quien ha cometido errores puede culparse hasta la tortura o puede nacer de ellos una nueva forma de entender su modo de actuar. En realidad, quien nunca comete errores en su vida es porque no se conoce a sí mismo, y cuando lo que hacemos es esto ni podremos corregirnos ni podremos mejorarnos y es aquí cuando llega la culpa. Ningún fallo es comparable a no haberse atrevido a enfrentarse a lo que somos hoy en la persecución de lo que querríamos ser mañana. No suele haber mucha paz para quienes no enfrentan los demonios que hay en su interior.
    La culpa no es más que un agente de cambio, y no debe ser un castigo eterno. Sanar las heridas solo conoce el camino que el perdón es capaz de ofrecer. ¿Qué hay en mi que tanto me disgusta?, ¿qué hay fuera que tanto me cuesta entender? Cuando se trata de errores a menudo el problema viene de una interpretación exagerada que nos conduce a asumir una carga y una responsabilidad que no nos corresponden. Lo natural es fallar para aprender, lo natural es caer para levantarse y buscar el desprecio o aceptar la autocompasión no nos ayudarán a solucionar nada.
    Cuando llegan lo que llamamos malas rachas llegan con ellas las oportunidades de renovar el control que en algún momento perdimos, y sin perder mucho el tiempo, empezar a ponernos serios y crear la vida que en nuestro fuero interno sabemos que estamos destinados a vivir. Una de las grandes estrategias de las personas que se enfocan en la luz y no en el pozo al que están cayendo es que por el camino visionan los pasos que les pueden ayudar. Esta estrategia de visualizar la parte dañada de nuestra vida es la de buscar una especie de “nuevo amanecer”. Nuevas formas de ver la vida, de entender los problemas y nuevas formas de actuar que siempre llevarán a nuevos resultados, estemos o no preparados para ellos.
    Lev Tolstói dijo: “El amor le da a la persona el objetivo de su vida. El intelecto le muestra los medios para hacerlo realidad”. Cuanto más nos resistamos a lo que tememos o sufrimos más perdurará y mayor daño causará. No se trata de huir o esconderse, sino de enfrentar. No se trata de culparse, sino de orden y acción, “esto es lo que soy y esto es en lo que me voy a convertir”. La tendencia natural humana es pasar demasiado tiempo en compañía de la culpa y el desamparo, pero, ¿qué hay de intelectual o de asertivo en machacarse en vez de buscar nuevas formas de amarse y respetarse? 
    Si algo debemos aprender de los momentos más oscuros de la vida es que las faltas en el carácter de una persona solo conocen dos respuestas: repetición o libertad. Resistirse a cambiar es una especie de muerte emocional, un jaula que podrá o no abrirse en algún momento de nuestra vida, pero dar voz a lo bueno que tenemos y sobre todo a lo malo que en ocasiones nos persigue es aceptar y reconocer. 
    Nuestra mejor estrategia es el amor, sin duda. El amor a lo que somos y a lo que podemos dar. El amor a reconocer que somos libres para vivir de nuevo con la máxima intensidad.