Álvaro Mateos

El Valtravieso

Álvaro Mateos


Sólo tenían que fijar una norma, ése es su cometido

13/03/2023

Querer contentar a todo el mundo no siempre es la mejor opción. Siempre quedas mal con alguien; lo importante es tomar decisiones y afrontarlas y, a lo hecho, pecho. Pues bien, esta semana hemos sido testigos de una polémica absurda que perfectamente podría haberse evitado porque, como decía un conocido político andaluz que en su día ganó unas elecciones y no pudo gobernar, "tó pa ná".  
Y es que la Real Academia de la Lengua nos hizo ilusiones a todos cuantos hemos seguido poniendo la tilde en el adverbio 'sólo' y en los demostrativos, para unos días después volver a decir que únicamente podría ponerse cuando quien los emplee, considere que su uso pueda ser ambiguo. 
Pues bien, hace diez años se desató una polémica considerable cuando una marca de detergentes quiso apropiarse del conocido lema de la RAE: «Limpia, fija y da esplendor», verbos que a lo largo de la semana han quedado un tanto entre dicho, especialmente en lo relativo a fijar. 
Si algo le pedimos a la centenaria institución es precisamente que establezca un criterio y lo haga cumplir, porque a mí se me escapa la tilde cuando me refiero a dos canciones de Victor Manuel, por ejemplo: «Sólo pienso en ti» y «Sólo le pido a Dios». Más que nada, se me va la tecla siendo consciente de que el asturiano estaba solo cuando exclusivamente liberaba su oxitocina teniendo en su mente a él, ella o elle, que llenaba sus pensamientos; o por otra parte, el nieto del picador, allá en la mina, no se dirigía a santa Bárbara, sino al Uno y Trino: sólo a Dios.   
Van pasando los años y, uno que ha sido muy de Pérez Reverte, en todos los sentidos, desde sus Alatristes a sus columnas dominicales, pasando por tablas, pieles e italianos, había confiado en demasía en sus expectativas. Sin embargo, visto lo visto, se pongan como se pongan, seguiré poniendo la tilde en «sólo» y en los demostrativos, porque el mundo es muy ambiguo, señores académicos y ya que ustedes lo son, pues yo también interpreto que lo soy. 
Al margen de las excentricidades de los genios, a los que se permiten por ser quien son, desde el «escribo como hablo» de santa Teresa, que se dejaba las frases a medias y descuidaba el estilo; la ausencia de signos de puntuación en el nobel Saramago, o la petición del también laureado García Márquez, de suprimir la ortografía del español, «los fierros normativos de la lengua», de la Real Academia de la Lengua se esperaba unidad de criterio.
Sinceramente, si los doctos del Retiro hubieran establecido una norma, a pie juntillas la habría seguido, tal y como la santa, católica y apostólica nos cambió la letra del Padrenuestro o, recientemente, parte de la fórmula de la consagración y comulgamos con ello.
Vaya desde aquí mi recuerdo a Jacinto Herrero que, visto lo visto, no concedería a los dueños del abecedario más que un simple «aprobado por la gatera».   

ARCHIVADO EN: RAE, Víctor Manuel