Gonzalo M. González de Vega y Pomar

En mi azotea

Gonzalo M. González de Vega y Pomar


Una muy larga semana de pasión

09/04/2022

Espeluznante, aterrador, pavoroso, horrible, sobrecogedor, tremebundo, espantable, enloquecedor, dantesco, horrendo, dramático, aberrante, cruel, tétrico, despiadado, bárbaro, sanguinario, execrable, inhumano... estos, hay mas, son algunos de los adjetivos que nos llevan a describir las imágenes que, continuamente, nos ofrecen todas las cadenas de televisión y las fotografías que, a diario, acompañan las informaciones de la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas. No actuaron igual durante la pandemia, por prohibición del Gobierno, evitando de esta manera poner más dramatismo a la situación tan dramática que sufrimos en España y costó la vida a miles y miles de personas. ¡Distintas varas de medir!
Como Ucrania queda lejos poco importa ver tan estremecedoras imágenes de los cientos de cadáveres abandonados por las calles, algunos maniatados y torturados, de otros en los búnkeres donde se refugiaron, creyendo estar a salvo, quienes no pudieron abandonar su país. Una matanza de personas por la venganza soviética ante la resistencia del ejercito y voluntarios ucranianos. Cuando el ejercito de Putin se retiraba de algunas ciudades, después de destruir sus centros neurálgicos, edificios y casas, disparaba contra todo lo que se movía: personas que hacían cola para comprar comida, personas que andaban por la calle, otras que iban en bicicleta y a familias que viajaban en coches circulando con una marca visible que indicaba llevaban niños. Nada ni nadie les importó.
Las primeras imágenes de estos «crímenes de guerra» por las fuerzas rusas, difundidas por el ejercito ucraniano, eran de Mariúpol y nos han mostrado, además de combates cuerpo a cuerpo, morgues improvisadas y repletas de civiles asesinados. Luego se introdujeron en nuestros televisores otras durísimas grabaciones y directos desde la ciudad de Bucha donde sus vecinos, tras la marcha de las tropas rusas, encontraron cadáveres en patios, calles y carreteras, víctimas de ejecuciones y matanzas indiscriminadas sobre todo de mujeres, niños y personas adultas. En otros pueblos de los alrededores de Kiev, continúan apareciendo señales de torturas a civiles y en la ciudad de Borodyanka, donde la mayoría de los edificios han sido destruidos, son cientos de personas muertas bajo los escombros, en sótanos y jardines. Lo mismo, lamentablemente, está ocurriendo en más ciudades de Ucrania de las que el ejercito del Kremlin está replegándose, pero dejando en ellas demasiadas personas ejecutadas con las mayores atrocidades que nunca pudiéramos imaginar, pero vemos son la peor realidad. 
Un retroceso que pocos creen lleve al fin de la invasión tras no haber logrado sus objetivos iniciales por la resistencia de los ucranianos. Seguro que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, está buscando, junto a sus altos mandos militares, otras estrategias para lograrlo. No ha abandonado su ambición de controlar toda Ucrania. Ello ha arrastrado a las milicias de Volodimir Zelenski a abandonar algunos puntos y concentrar todos sus efectivos en el este del país. Reagrupamiento que hace temer lo peor a las autoridades ucranianas, quienes han lanzado un llamamiento a su población para que «huyan ahora que pueden o, de no hacerlo, arriesgarse a morir». No conocen cual será la nueva táctica de los invasores y qué tipo de armas vayan a utilizar, a la vez que siguen pidiendo a la comunidad internacional más armas y armamento pesado. En ello coincide el Alto representante de la Unión Europea para Política Exterior, el español Josep Borrell, que ha afirmado que el país ucraniano necesita «más armas, menos aplausos y más armas» para así defenderse de esta invasión que no tiene visos de acabar pronto. Tampoco hay muchas esperanzas se vaya a producir, tras las conversaciones fallidas de delegaciones rusa y ucraniana, el encuentro pedido al jefe del Kremlin por Zelensky, quien ha señalado «es hora de reunirnos, es hora de hablar, es hora de restaurar la integridad territorial y la justicia para Ucrania».
Desde la mayoría de los rincones del mundo pedimos, deseamos y rezamos para que acaben –además de la huida de millones de personas del país– la masacre, el aniquilamiento, la matanza, la ejecución y los «crímenes de guerra» que está cometiendo el ejercito ruso contra la población ucraniana por la sinrazón de Putin. Son ya cuarenta y cinco días de horror. Una muy larga semana de pasión.